EL HINDUISMO
EJEMPLO VIVO DE LA
TRADICIÓN HIPERBÓREA
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El pasado Martes, 9 de Septiembre de 2014 e. c., era presentada en Madrid
la obra El Hinduismo (1), de Swami
Satyananda Saraswati (2), justamente, por el
mismo autor. Varios miembros de Tierra y Pueblo estuvimos allí. Pero dejemos, por supuesto, que sea el propio autor –por
lo demás, plenamente consciente de que querer comprender o presentar, aunque
sea mínimamente, esta imponente y variada Tradición espiritual (que es el
Hinduismo) en un breve ensayo como el suyo es un gran reto– quien nos hable
sobre su propia obra (3); nadie mejor que él:
ॐ
El Hinduismo
El Hinduismo –lo que hoy llamamos como tal, pues su verdadero nombre es Sanatana
Dharma, el Orden eterno, la Ley perenne, el Camino eterno– es la Tradición
espiritual y metafísica, aún viva, más antigua de la Tierra. Su esencia se ha
mantenido hasta nuestros días, y en todo momento ha acogido la auténtica
aspiración del ser humano de reconocer la propia Realidad trascendente.
Para el Hinduismo, la esencia de todo ser es sat-chit-ananda,
existencia, conciencia y dicha absolutas. El reconocimiento de esta Realidad
esencial es el hecho más importante y la culminación de la vida del ser humano.
A lo largo de los milenios, y según las necesidades de cada momento, la
Tradición hindú ha adquirido diferentes formas. El Hinduismo contiene en sí el
camino solitario del yogui y la austeridad del asceta, así como el camino de
aquellas personas sumidas en las responsabilidades familiares y sociales. El
Hinduismo acompaña al asceta en la contemplación profunda y radical del hecho
de que la totalidad del mundo fenoménico de los hombres y las formas es algo
sin sustancia ni realidad en sí mismo, asat, no real; y a la vez guía al
adepto en la contemplación del reconocimiento de que la totalidad del Universo
es la maravillosa manifestación de la danza extática de la shakti o
energía divina y primordial.
La aceptación de las diferentes constituciones internas de los seres
humanos, así como la multiplicidad de caminos adecuados para esas variadas
potencialidades humanas, es una de las grandezas del Hinduismo. Hay que tener
presente que el Hinduismo no depende de ningún mesías ni profeta, ni de la
historicidad de persona alguna. Tampoco depende de un único libro sagrado –a
pesar del respeto que se les otorga a los Vedas–, ni de una única
doctrina o dogma, ni de un único culto, práctica o camino; ni tan solo depende
de una sola forma de entender la Realidad (4).
En la raíz misma del Hinduismo se halla el profundo reconocimiento de la
sacralidad de toda forma, nombre, acción y ser; la sacralidad del Universo, la
Tierra, la Naturaleza, los animales, los árboles, los ríos y las montañas; y,
conviene resaltarlo, la sacralidad de nuestra propia esencia, el reconocimiento
de que la totalidad del Cosmos (5) es el reflejo de la Realidad
absoluta.
El Hinduismo, por su riqueza metafísica, por su falta de limitaciones
dogmáticas y por su extraordinaria amplitud, se entiende poco en Occidente,
donde eruditos e indólogos con frecuencia lo estudian a través de patrones
conceptuales que le son totalmente ajenos.
Es necesario tomar conciencia de que la Tradición hindú otorga el mismo
valor al mito que a la Historia. La narración es una forma de contemplar y
comprender la realidad alejada del racionalismo occidental.
El Hinduismo y el mundo
moderno
La existencia o la “supervivencia” de una Tradición espiritual depende
del hecho de que la cosmovisión que comporta pueda ser vivida plenamente y sin
impedimentos.
La capacidad del Hinduismo de renovarse y adaptarse a nuevas coyunturas
queda probada por su antigüedad y pervivencia durante milenios. En los últimos
años se habla de un gran renacimiento hindú. Pero a pesar de este crecimiento,
el gran reto que ha de afrontar el Hinduismo es el de las grandes tradiciones
religiosas: Su pervivencia en un mundo desacralizado en el que se priorizan los
valores materiales sobre los espirituales, en el que los sistemas de
transmisión del conocimiento que podríamos llamar tradicionales son sustituidos
por sistemas de comunicación de masas, con la pérdida consiguiente de
identidad. El gran peligro de la ideología global que se impone alrededor del
planeta (alejada de la sacralizad de la vida) es que se presenta como neutra,
tolerante, abierta, científica, humanista, como si no quisiera influir en el
sentimiento profundo y espiritual de las personas, pero es, de hecho, todo lo
contrario y destruye este sentimiento.
Los pilares de la Tradición hindú son valores tales como el
contentamiento, la austeridad, la veracidad, la fortaleza, el discernimiento,
el no dañar, la entrega, la devoción y la nobleza; palabras que casi ya no
pertenecen al mundo actual de los medios de comunicación de masas, donde se
normalizan la codicia y el hedonismo. En estas nuevas condiciones se abre un
abismo artificial entre las diferentes generaciones humanas, con la
consecuencia de que el hilo de la transmisión natural entre padres e hijos
(necesario para que una cosmovisión espiritual pueda continuar viva) a menudo
se rompe para siempre.
Un punto y seguido, que no
final, sobre el Hinduismo...
El Hinduismo mantiene el fuego de la contemplación metafísica y de la
verdad upanishádica como una experiencia viva. El gran soporte de la Tradición
hindú a lo largo de los milenios han sido siempre los mahatmas, los
sabios y los maestros que han trasmitido la luz de la revelación védica
expresándola según las condiciones y el lenguaje de cada momento. El hindú
sacraliza su vida por medio del apoyo que la Tradición le ofrece, ya sean los
diversos rituales, los mantras, el estudio de los textos sagrados, la práctica
del yoga en sus diversos aspectos, la devoción por la Divinidad, la meditación
profunda y, especialmente, el reconocimiento de la realidad del atman en
todo lo que existe. En un Universo donde todo es cambio, el dharma
permanece eternamente.
Recordemos las palabras de despedida del gurú dirigidas a sus jóvenes
estudiantes, que después de doce años estudiando los Vedas y el dharma
regresaban a casa:
«Di la verdad; practica la virtud; no seas negligente en el estudio de
los textos sagrados; no descuides la veracidad; no descuides el dharma. No descuides tu propio bienestar; no descuides la prosperidad;
no descuides el estudio ni la enseñanza; no descuides los deberes hacia los
Dioses y los antepasados. Considera que tu madre es Dios; considera que tu
padre es Dios; considera que tu maestro es Dios; considera que el huésped es
Dios. Estas son nuestras costumbres dignas, y las honramos» (6).
Swami
Satyananda Saraswati
Consideraciones de Tierra y Pueblo sobre el autor y su obra
Tras la lectura de la obra El Hinduismo, oír a su propio autor
durante la aludida presentación de la misma y, seguidamente, haber tenido el
honor y el placer de poder departir con él unos instantes en el marco referido,
podemos concluir, absoluta y sinceramente, que:
Swami
Satyananda Saraswati es, por su evidente bonhomía,
honestidad, humildad, naturalidad, sabiduría..., sencillamente, un verdadero
Hombre de la Tradición que, como tal, la encarna en todo y a cada momento de su
vida. Lo que, repetimos, resulta evidente (7).
Y su obra, El Hinduismo –en virtud de las palabras del propio
autor, basada o fundamentada en las escrituras, los textos y las escuelas que
tienen más relevancia en el Hinduismo védico, así como en las enseñanzas de los
mahatmas o sabios que, a lo largo de los milenios, han sido el corazón
siempre vivo de esta Tradición; optando casi siempre, además, por aportar una
traducción propia con la voluntad de mantenerse fieles al sánscrito original;
siendo la narración un modo de contemplar y comprender la realidad, por ello
así mismo una de las formas utilizadas en su libro; siendo también su deseo a
lo largo del texto que sea la misma Tradición hindú la que se exprese a través
de sus propias fuentes y de su propia visión y luz–, es, por su evidente
belleza, claridad, concisión, fundamento, lenguaje poético..., también
sencillamente, un auténtico compendio de sabiduría. Absolutamente.
De hecho, afirmamos con rotundidad que el autor puede darse por
plenamente satisfecho respecto a su noble deseo cuando, también en virtud de
sus propias y últimas palabras que concluyen la introducción a su obra que aquí
y ahora nos ocupa, manifiesta: «Si este libro es capaz de mostrar una
pequeña chispa del resplandor del inmenso Sol del Conocimiento que es el
Hinduismo, nos daremos por satisfechos». Pues así es, tal pequeña chispa
vive...
Finalmente, desde Tierra y Pueblo, siempre
en la búsqueda constante por dotar a nuestros amigos y simpatizantes de
aquellos referentes y textos en los que se encuentren los valores en que se
fundamenta nuestra Cosmovisión de la Vida, recomendamos y mucho la lectura de El
Hinduismo, de Swami Satyananda Saraswati. Pues, no en vano, los orígenes del Vedismo que devino en el Hinduismo y
los de la genuina Cosmovisión de la Vida inherente a los pueblos y las tierras
de nuestra gran patria, Europa, son los mismos: Hiperbóreos y solares (8).
Notas
(1) El
Hinduismo. Colección ‘Fragmentos’, Nº 26; Fragmenta Editorial.
Barcelona, Septiembre de 2014 e. c. 168 páginas. Traducción de la versión
original en catalán, L’Hinduisme, a cargo de Carla Ros i
Tusquets. Colección ‘Introduccions’, Nº 6; Fragmenta
Editorial. Barcelona, Diciembre de 2012 e. c.
(2) El autor, Swami
Satyananda Saraswati, monje de la Orden (ascética) de Sri Shankará. Nacido en Barcelona en 1955 e. c. Ha vivido durante tres décadas en la
India. Ello le ha llevado a conocer a fondo, justamente, el Hinduismo o
Tradición hindú; especialmente, el Advaita Vedanta, el Shivaísmo de Cachemira y
la Filosofía del Yoga. Conoce a Swami Muktananda Paramahamsa en 1976 e. c., quien lo iniciará en el camino de la meditación. Recibe
los votos como ‘sanniasi’ o renunciante (a la vida material) de la Orden
de Sri Shankará en 1982 e. c. Se establece a los
pies de la montaña sagrada de Arunachala, en compañía de discípulos directos de
Sri Ramana Maharshi. Estudia sánscrito en
Puducherry (Pondicherry) y Varanasí (Benarés). Posteriormente, bajo la guía de Swami
Nityananda Giri, se adentra en la contemplación de
las Upanishads en Thapovanam, en el estado indio de Tamil Nadu.
Actualmente reside en Catalunya (Cataluña), donde imparte enseñanzas sobre el
Hinduismo. Ha editado e introducido la obra colectiva Mística medieval hindú
(Editorial Trotta. Madrid, Noviembre de 2003 e. c. 192 páginas) y es
autor de varias contribuciones a obras de temática índica. Es fundador e
impulsor de Advaitavidya (http://www.advaitavidya.org/), una asociación dedicada a la práctica, la contemplación y el estudio
de la Tradición hindú. Acaba de publicar en castellano, justamente, El
Hinduismo.
(3) Texto
extraído, necesariamente, de la obra que nos ocupa aquí y ahora, El
Hinduismo.
(4) Es oportuno
incidir en que el autor, Swami Satyananda Saraswati, entrevistado por Eloy Ramos, en el programa ‘La
Hora de Asia’ de Radio Exterior de España del pasado Miércoles, 10
de Septiembre de 2014 e. c., hace hincapié en que el Hinduismo es una
Cosmovisión de la Vida o una suma de distintas cosmovisiones, es una forma de
vivir, una forma de entender la vida, de entenderse a uno mismo; en él, a
diferencia de las religiones, no hay un dogma único ni un libro único, no hay
un mesías ni necesariamente una estructura, no hay una visión única o una
verdad única... Lo sagrado, por lo demás, está en el Todo y en cada una de sus
manifestaciones. Así pues, añadimos desde Tierra y Pueblo, es evidente su inequívoca cercanía en sus fundamentos, por su inherente
y profundo sentido de Libertad absoluta y Totalidad diversa, al Paganismo o,
mejor dicho y por cuanto como europeos nos atañe profundamente, justamente, los
paganismos europeos, a fin de cuentas y no en vano, como el Vedismo que devino
en el Hinduismo, lo reiteramos, también hiperbóreos y solares, por su origen,
su ser y su destino... Los nuestros.
(5) Cosmos, del
griego Κόσμος, es decir, Orden.
(6) Taittiriya-Upanishad,
I, 9.
(7) Al respecto,
también oportuno nos parece, pues, reproducir la entrevista que le hiciera Lluís Amiguet, en la sección ‘La Contra’ de la edición digital del periódico La
Vanguardia y publicada, bajo el título de “Dese tiempo”, el Sábado,
12 de Enero de 2013 e. c.:
S.S.S.: ¿Y usted quién es?
L.A.: El Amiguet, de ‘La
Contra’: Quedamos en que vendría hoy.
S.S.S.: No le he preguntado ni su nombre ni dónde trabaja, sino... ¿Quién es
usted?
L.A.: Me he leído su aventura en la montaña sagrada de Arunachala y en
Cachemira...
S.S.S.: Muy bien, pero ¿Quién es usted?
L.A.: Si se pone así... Pues no sé quién soy.
S.S.S.: Ya es un paso admitirlo. Yo lo di hace 37 años –en 1976 e. c.–. Me fui
a la India. No quería ser una más de los millones de personas que mueren cada
día sin conocerse.
L.A.: Otros muchos viven así tan ricamente.
S.S.S.: No son conscientes de quiénes son y por eso tampoco han conocido a
nadie. Viven las vidas de otros: Consumen productos ajenos; trabajan para
otros; votan a otros...
L.A.: ...
S.S.S.: ... Y engrosan las audiencias de televisiones de otros... ¿Quiere vivir
más y mejor? Empiece por apagar la tele y encenderá el cerebro.
L.A.: La tele relaja y hace compañía.
S.S.S.: ... No se relajará olvidándose, sino descubriéndose. Y cuando se
conozca de verdad a sí mismo, jamás volverá a sentirse solo, porque usted es su
mejor compañía, y cuando no necesite distraerse, ni entretenerse, ni que le
distraigan ni entretengan, verá cómo otros acuden a su lado a disfrutar de su
paz.
L.A.: ¿Cómo empiezo?
S.S.S.: Dese tiempo para indagar en su interior y empezará a adquirir una
saludable distancia de lo que no es usted, sino sólo sus circunstancias, sus
ambiciones, sus miedos...
L.A.: Yo pensaba que soy yo precisamente por mis atributos y mis
circunstancias.
S.S.S.: Si va penetrando en su interior a través de esas capas –edad, nación,
empleo, cargos, propiedades, clase social...–, verá que usted no es la suma de
todas ellas, sino al revés: Usted es lo que queda al trascenderlas.
L.A.: ¿Y si no me gusta eso que queda?
S.S.S.: Su ambición y su odio; sus pasiones y mezquindades son como las de
todos, pero su esencia es única en el Universo. Al descubrirla podrá sentirse
al fin libre sin depender de nadie. ¡Verá qué tranquilidad y qué goce!
L.A.: ¿Cómo encontrarme?
S.S.S.: A encontrarse no se enseña, se aprende. Los primeros pasos son
racionales y puedo explicárselos como técnicas de concentración, pero se
quedarán sólo en eso si después no logra transformarlos en una experiencia, una
vivencia que te colma.
L.A.: Dice usted...
S.S.S.: Lo experimento en mí mismo y he sentido esa alegría en los maestros,
los swamis.
L.A.: ¿El bienestar se contagia?
S.S.S.: Igual que el ambicioso o el envidioso contagian su eterna
insatisfacción a los demás.
L.A.: No dice nada nuevo: En el templo de Delfos ya se leía «Conócete a ti
mismo».
S.S.S.: Y ya hace 2.000 años que Sócrates fue al mercado y se maravilló: «¡Cuántas cosas que no necesito!».
La mística universal ha seguido los métodos de autoindagación del Vedanta
milenario. Y siguen sirviendo.
L.A.: Algo así también enseña la Iglesia.
S.S.S.: Yo no predico una fe; ni le pido que crea en nada. Pero sé que si
persigue el dinero...
L.A.: No me pida un duro, que voy de cráneo.
S.S.S.: ... La admiración de los demás: ¡Que le quieran! Nunca tendrá bastante.
Porque esos deseos no son usted.
L.A.: ¿Quién soy yo?
S.S.S.: Sólo usted puede descubrirlo si se da tiempo. Quienes quieren que se lo
dedique a ellos le dirán que lo pierde, pero usted se irá dando cuenta de que
lo está ganando.
L.A.: ¿No me aburriré?
S.S.S.: Aprenderá a recoger los sentidos y aquietar la mente. No intente
concentrarse en cada idea que le asalta, deje que pasen; que lleguen y se
vayan, y observe el inmenso silencio que está detrás de todo pensamiento.
L.A.: ¿Sin hacer nada?
S.S.S.: A medida que profundiza en su introspección notará que su respiración
se vuelve lenta y profunda y que va entrando en un espacio interior mucho más
amplio.
L.A.: ¿Cómo lo aprendió usted?
S.S.S.: Descubrí el yoga en Barcelona en 1975 e. c. y sentí que removía algo en
mi interior: Leí el Bhagavad Gita y me transformó y a los 20 años –hace
37– me fui a la India, aprendí sánscrito y empecé a estudiar el Vedanta...
L.A.: Tiene usted buen aspecto: Mi madre diría que de no haber trabajado
mucho.
S.S.S.: Vivo.
L.A.: ¿De qué vivía?
S.S.S.: Los hindúes nos alimentaban a los yoguis de la montaña sagrada de
Arunachala. La India se te abre si tú te abres a ella (*).
L.A.: Seguro que pasó hambre.
S.S.S.: Alguna austeridad. Pero sólo con la presencia de mi maestro me
reconfortaba.
L.A.: ¿No se había fumado ni bebido nada?
S.S.S.: La meditación no altera la conciencia, sino que la potencia y ensancha.
Inténtelo.
L.A.: Yo tengo la suerte de trabajar.
S.S.S.: Tome distancia y reflexione: No viva la vida de otros. No persiga lo
que los demás decidan que usted quiere: No sufra por triunfar el triunfo que
otros deciden. Sea usted.
L.A.: ¿Y si no sirvo para meditador?
S.S.S.: Usted puede ser el más ansioso y alocado de los hombres, pero también
en su interior está el más juicioso, calmado y feliz. Dese tiempo y se
encontrará.
(*) Del instante estante. En Arunachala los hindúes ofrendaban a Satyananda (que ya no usa su nombre catalán) alimentos que el yogui descubría al
interrumpir días de meditación. Aquí, si un tipo raro extranjero y medio
desnudo permaneciera absorto durante catorce horas frente a un portal, los
vecinos asustados llamarían a la Guardia Urbana, que se lo llevaría a pegarle
una ducha y a alimentarlo en el comedor social. Nuestra cultura deplora la
contemplación, así que no se impaciente si la tele del vecino le impide
concentrarse. Una joyita del swami –la primera en catalán– de filosofía
hindú esencial, L’Hinduisme, le ayudará a encontrarse al descubrir el
instante estante entre pensamientos.
(8) He ahí si no,
al respecto, la obra fundamental del erudito hindú Lokamanya
Keshav Bâl Gangâdhar Tilak, cuyo título lo dice todo: The
Arctic Home in the Vedas. Being Also a New Key to the Interpretation of
Many Vedic Texts and Legends (El hogar –u origen– ártico en los Vedas.
Nuevas claves para la interpretación de numerosos textos y leyendas védicos). Tilak
Brothers. Gaikwar Wada, Poona (Pune), 1903 e. c. S. e. u o., circa 470
páginas.