lunes, 29 de agosto de 2011

MISAEL BAÑUELOS. MEDICO Y PENSADOR PARA SU PUEBLO.


En el Dr. Bañuelos se concentra y converge la personalidad de un gran erudito español, con la inteligencia profunda y penetrante de un escudriñador de su tiempo y de su Patria, de un sintetizador minucioso y analítico de causas y efectos, de un investigador de fuentes y orígenes y de un gran soñador de esperanzas.

Suele suceder que los hombres que destacan por sus brillantes exposiciones y elocuentes ensayos científicos y doctrinales, pasen desapercibidos y duerman sus obras adosadas en las estanterías compactas de bibliotecas especializadas. Preguntar a nuestros contemporáneos por un contemporáneo reciente y compañero de siglo como el Dr. Bañuelos García es encontrar, casi con toda seguridad, una respuesta negativa por la ignorancia del autor y de la obra. Y sin embargo como catedrático, como hombre de ciencias, como paciente y riguroso constatador de los fenómenos humanos, como escritor e incluso como buen conversador en las tertulias de los humeantes y concurridos cafés de Castilla, como conferenciante sobresalió y destacó uniendo a su docencia magistral, el empirismo y la praxis, la teoría y la acción, el ayer y el mañana.

Nos centraremos en sus obras literarias y de sociología biológica, no sin dejar de mencionar, aunque sólo sea como bibliografía, la vertebración de sus ampliaciones de medicina y biología general, como su Psicofisiología del dolor, obra premiada por la Real Academia de Medicina en 1915; las dos obras aparecidas en 1928 sobre Principios fundamentales del arte clínico y Patología y Clínica del sistema neurovegetativo; La cura de reposo en el tratamiento de la tuberculosis pulmonar de 1931, que por su interés sería traducida al francés y al italiano; en 1933 aparecía El ritmo como función del sistema neurovegetativo y dos años más tarde los tres grandes volúmenes con un total de 2.900 páginas, su Manual de Patología Médica, viendo la luz al año siguiente, en 1936, sus Fundamentos aparentes del mundo de lo organizado. Abre durante la guerra de liberación española un paréntesis y escribe incesantemente publicando durante los mil días de la contienda seis volúmenes de una colección que epigraía como Problemas de mi tiempo y de mi patria y en la que desarrolla una visión de la sociología desde una óptica biológica. Son de estas obras las que nos ocuparemos con mayor detenimiento en los límites de espacio de una publicación periódica. En 1940 publica dos obras: Patología y clínica del sueño y estados afines y una obra curiosa y rara por la temática y por las conclusiones a las que llega, y que incluiremos en nuestro escrito de forma más pormenorizada: Antropología actual de los españoles. En 1941 constatamos tres obras: su Pulmonías y bronconeumonías, el Manual de Terapéutica Clínica en lo que respecta a temas profesionales de su especialidad, y Temas y meditaciones breves con una complicación de escritos y artículos de gran interés y, finalmente, en 1942 se editan Personalidad Carácter y Psicología de la masculinidad, última de sus obras que tenemos catalogadas y que dedica a “sus enemigos activos, agresores y calumniadores".

Bastaría la enumeración de su obra escrita que llena decenas de millares de páginas para confirmar que estamos ante la presencia de un genio, de una capacidad cerebral, de un metódico y estudioso profesor universitario cuyo legado es ingente y de un valor inestimable.

El primero de sus libros sobre temas sociológicos lo dedica a su madre, doña Isabel García del Campillo y a don Severo Bañuelos Diez, padre del autor cuyo recuerdo y enseñanzas animaron la redacción de este libro, y que fue redactado, según las primeras líneas del libro bajo la inquietud que, en numerosos españoles que sienten muy vivamente el amor a la Patria, han producido los acontecimientos desarrollados en los últimos años en España, y lo escribe porque cree firmemente que la dirección actual y la trayectoria que la humanidad sigue desde hace más de un siglo, tiene que ser rectificada prontamente si se quiere evitar la ruina de la civilización de los días que vivimos, y hacer posible, a la vez, el surgimiento de una nueva cultura y otra civilización más perfecta que la de hoy. Como biólogo considera que el examen desde su prisma de los problemas de la vida humana en sociedad, es indispensable para juzgar acertadamente el camino más conveniente de la humanidad actual y futura.

Y es curioso y sintomático que lo primero que le preocupa son las ventajas e inconvenientes, desde el punto de vista biológico, que presentan los sistemas parlamentarios, haciendo entre otras las siguientes observaciones: la democracia tiene terribles inconvenientes. Las ideas democráticas declaran al hombre igual en derechos, en posibilidades, en deberes, pero no se cumple igualmente, ni se respeta lo que se refiere a los deberes. Y con ello surgen a la larga los grandes inconvenientes que la democracia encierra en su seno. Inconvenientes tremendos que pueden dar al traste con una civilización y una cultura, y que pueden provocar la regresión hacia etapas ya recorridas por la Humanidad con triste experiencia...

Subraya que las leyes biológicas son inflexibles, y que el hombre hecho de materia viva y la humanidad hecha de hombres, está sometida a las mismas leyes que rigen la existencia de los seres vivos. Y añade: hay una gran realidad biológica, y es que los hombres no son iguales, los hombres son diferentes. Las religiones, la filosofía y la moral proclamarán la igualdad; pero la Biología, que se basa en la realidad, afirma que son diferentes, y por ello son diferentes las culturas de Oriente y Occidente, las antiguas y las actuales, y lo serán las venideras.

Enjuicia los partidos políticos anotando que defienden única y exclusivamente, y luchan principalmente, por los intereses económicos de sus adheridos.

Hace una observación constatable al afirmar que el afán de riqueza conduce a limitar los nacimientos y a la larga a la desaparición de las familias que han alcanzado la riqueza por no haber tenido descendencia. Por ello se ha dicho que el capitalismo devora a sus propios hijos. Sigue los dictados de Goethe proclamando que más útil que saber es pensar, y más importante que pensar, observar, y así llega a la conclusión de que pensar vale como pensar por cuenta propia, y saber equivale a creer que se piensa, cuando en realidad sólo se hace pensar por cuenta ajena. El pensamiento original propio es la expresión elevada de la actividad contemplativa espiritual del hombre ante el mundo. Comparte con Penzoldt que “el arte es la expresión del poder” y saber observar, meditar y pensar es solamente una preparación para poder hacer, y la exteriorización del poder en la creación de obras constituye el arte.

Por eso la cultura la hacen los hombres. Es una creación del espíritu humano y, por lo tanto solamente pueden crear cultura aquellos hombres educados formativamente, que hayan llegado a adquirir la cantidad suficiente para poder crear algo que signifique perfeccionamiento progreso en el camino ascendente de la humanidad, desmenuzando los grados de la cultura en grado progresivo en saber por haber leído, meditar y pensar sobre lo leído u oído, observar que no es igual que ver sino ver con atención y estudiando y, finalmente, adiestrarse en la capacidad para poder hacer: y aquí poder hacer y poder crear aparecen como cumbre de toda cultura y como grado supremo del cultivo del espíritu humano. Al hombre de hoy no le basta saber, no le basta pensar ni meditar, necesita crear y ¡Ay del pueblo que no sea capaz de crear! Los otros, los que tengan esa capacidad, le absorberán y le barrerán de la superficie de la tierra: porque la Naturaleza no permite la existencia de los incapaces y tarde o temprano, el espíritu del poder, el espíritu de los pueblos más cultos se exteriorizará en la conquista del que haya renunciado a la capacidad del poder, al grado supremo de la cultura. Bien entendido que el poder de los pueblos no se mide ahora ni se midió en los siglos pasados por su cifra de analfabetos, sino por el número de sus investigadores.

En la misma línea que Spengler se detiene a meditar sobre cómo nacen, crecen, decaen y mueren los pueblos y las nacionalidades, apreciando que bajo la apariencia de móviles políticos los pueblos obedecen en realidad a su evolución, a leyes biológicas y económicas, siendo la necesidad de subsistir y el impulso de dominio, lo que obliga a los pueblos y a los hombres a actuar en la vida como lo hacen.

Escribe que un pueblo, una nación, un imperio y una cultura o una civilización no son productos nunca de un acuerdo entre todos los habitantes que viven en un país, sino que es un número de individuos, que puestos de acuerdo sobre ciertos puntos se dan una organización y nombran un caudillo que acomete la empresa de dar mayor extensión al pueblo, de realizar conquistas, de ensanchar las fronteras y de aumentar la riqueza y el poderío material de sus habitantes. Para ello captará la voluntad de otros grupos con el propósito de lograr su colaboración, los subyugará si preciso fuera, y aún los exterminará si opusieran resistencia. La ley del crecer y medrar está impuesta por la naturaleza de tal modo, que se tiene o no se tiene la voluntad de ser. Y si se tiene, no hay otro remedio que vencer cuantos obstáculos se opongan al desenvolvimiento y poderío del nuevo pueblo y de la nacionalidad que nace.

La historia sólo es explicable por la necesidad de subsistir, como idea directora de la actividad de los pueblos. Pero el grupo dominante en su fuerza expansiva se disemina y pierde en densidad. Necesita colaboraciones y las busca como puede; casi siempre concediendo derechos a los subyugados, y éstos, en posiciones favorables, se multiplican extraordinariamente y asaltan el poder; pero, incapaces de disciplina surge la demagogia repetidas veces alternando con la tiranía (la misma idea la encontramos en Aristóteles). El fin ha llegado.

Para Bañuelos los sentimientos patrióticos permiten una selección progresiva cuando son premiados por las leyes, y una selección militar progresiva cuando la política del país se orienta hacia el exterior. Por eso insistía sobre su idea central de que la eficacia selectiva humana, en sentido progresivo de una revolución política, se mide ante todo y sobre todo, por las facilidades que brinde para la selección de los mejores teniendo presente el hecho fundamental de que una nación ofrece en todos los momentos de su historia, las características psicológicas del grupo dominante. Y cuando en el curso de los siglos cambia el grupo que rige los destinos de un país, cambia también el carácter y la psicología de la nación, en su conducta y caracteres psicológicos (Ortega y Pareto).

Analizando los problemas que aquejan a España, considera que el más trascendental de todos es el buscar el medio por el que nuestro pueblo pueda dar el mayor y mejor contingente de hombres capaces. No basta únicamente la enseñanza bien orientada. Tampoco un exacto cumplimiento del deber de todos los ciudadanos. Igualmente no constituye el ideal regenerador de un país, el que se busque la perfección en la obra de todos los individuos engranados en la máquina del Estado. Es preciso que se utilicen todos los hombres en los puestos en los que puedan dar el mayor rendimiento. La totalidad de la población de un país utilizada del mejor y más conveniente de los modos, es el ideal del Estado.

Busca en el campo las raíces más profundas y genuinas del pueblo español, de su cultura, de su civilización, de su arte, de su ciencia y de su espíritu. Por ello cultivar la aldea, el caserío, la granja y la pequeña villa, es laborar por España, considerando a la ciudad un producto artificioso de cada época.

Señala los principios y leyes que fundamentan el progreso humano:

1. Ley de perfeccionamiento de toda función.

2. Ley de la diferenciación del trabajo.

3. Ley de la especulación de una función.

4. Ley de supresión de lo inútil e innecesario.

5. Ley del ahorro de tiempo y energía.

6. Ley de la creación de la función nueva.

7. Ley de las subordinaciones a un fin superior.

8. Ley de las defensas.

9. Ley de adaptación a las nuevas necesidades.

10. Ley de las correlaciones, interdependencias y ayudas mutuas.

11. Ley de la captación de ayudas.

12. Ley de la protección desfigurada.

13. Ley del conocimiento de la realidad.

14. Ley del mantenimiento activo de los motores psíquicos.

15. Ley de la educación de la acción.

16. Ley del sentido de lo útil.

17. Ley del sentido de lo eficaz.

18. Ley de previsión del porvenir.

19. Ley del aumento de potencias y reservas.

20. Ley de la fe en sí mismo y en las ayudas divinas.

21. Ley de la vigilancia.

22. Ley de la rectificación.

En uno de sus ensayos del volumen y de su obra Problemas de mi tiempo y de mi Patria hace una crítica del hombre político entendiendo por tal el hombre que ha estudiado, estudia y se ocupa de resolver, en sentido favorable, los problemas de su pueblo y de su Patria. Considera como segunda condición a valorar en el político su concepción de lo que debe ser la política. Para Bañuelos este arte consiste en llevar a un pueblo a un mayor desarrollo y a facilitarle el camino de su persistencia en la Historia por venir, dándole a la vez, una vida más próspera, más fácil y más perfecta, moral y materialmente. Por el contrario el frecuente arte de la intriga y del engaño para alcanzar el poder y servir a sus propios apetitos, sólo puede conducir a la ruina de las naciones, a la desmembración de los Estados y al envilecimiento y aniquilamiento de los pueblos.

J. L. JEREZ RIESCO

Articulo aparecido en la revista Terra Nostra nº 14.