"Los heridos que nos traían tenían un aspecto horrible. Sus chamuscadas cabelleras estaban enrizadas, las ropas desechas, las partes de piel que quedaban al descubierto casi por completo quemadas, las heridas terriblemente sucias. La mayoría estaba tan desfigurados por las incontables astillas de vidrio y de madera y/o partículas de hierro que se habían incrustados en las caras y espaldas, que resultaba casi imposible reconocerlos como humanos.
El tamaño de los vidrios oscilaba entre el de un grano de arena y el de la yema del pulgar. Más tarde, al practicar auscultaciones con estetoscopios descubrimos que a algunos pacientes les habían penetrado partículas de vidrio en los pulmones que crujían al respirar. Los trocitos de madera eran de materiales de construcción o de ramas verdes.
En un caso observamos como una ramita muy tierna y blanda había perforado el cráneo de tal forma que las hojas colgaban afuera como un adorno de sombrero para damas"
(Testimonio de los médicos japoneses Masao Schiocuki, Ori Nohuo Kusano y Di Sugi Jamamoto, en su libro "No podemos callar")
El 8 de agosto de 1945 Radio Tokio pasaba la siguiente información: “Las autoridades de Hiroshima, ocupadas en la tarea de establecer un primer orden en el caos que produjo la nueva bomba enemiga, de origen desconocido, que explotó el lunes a la mañana, no están aún en condiciones de estimar la magnitud de las pérdidas ocasionadas entre la población civil de la cuidad. Grupos sanitarios traídos de localidades vecinas no podían distinguir a los muertos de los heridos, ni qué hablar de identificarlos. El efecto de la bomba fue tan terrible que prácticamente todo ser vivo, humano y animal, fue literalmente carbonizado en el inmenso calor producido por la explosión”.
“Muertos y heridos estaban quemados hasta tal punto que era imposible reconocerlos. Todos los edificios quedaron destrozados, lógicamente también los puestos sanitarios y hospitales de modo que la labor de ayuda y rescate crecía hasta el agotamiento. La bomba había destruido todo dentro de un amplio radio. Quien en el momento de la explosión estaba en la calle fue quemado por completo, la gente en las casas murió por la gigantesca presión y el calor."
Tres días después de la masacre, la ciudad de Nagasaki corrio la misma suerte, ninguna de las dos era un objetivo militar, fue una acción de castigo para doblegar el espíritu de resistencia del pueblo japonés. Curiosamente el segundo objetivo original era la ciudad de Kokura.
La noche del 8 al 9 de agosto transcurrió en la capital nipona, lúgubre como una pesadilla. La ruptura de la Alianza Ruso-Japonesa por decisión de la U.R.S.S. constituía un golpe mortal para el Japón. En las primeras horas del 9 de agosto un B-29 que llevaba pintado en el morro el incongruente nombre de Bock’s Car (literalmente el “coche de Bock”, pero fonéticamente igual a box car, “vagón de mercancía cerrada”) se dirigía hacia el Japón. Era un bombardeo del 99º Grupo y lleva a bordo otra bomba atómica realizada con un procedimiento distinto al de la lanzada sobre Hiroshima, pero de potencia análoga.
El objetivo, o sea la ciudad, no se determinó sino hasta último momento ya que la elección de la misma dependía de una alternativa dramática: la situación meteorológica. Nagasaki y Kokura dependían de la suerte de la naturaleza.
Pronto el bombardeo llegó al cielo de Kokura. La ciudad se destacó nítida a los ojos de la tripulación del Bock’s Car que la vio surgir en medio de un mar de verdor. El comandante, Charles Sweeney había ordenado activar la bomba y la tripulación se había puesto las gafas herméticas, cuando el apuntador indicó que no podía soltar el ingenio atómico. “No se puede apuntar por la mira”. La conclusión a la que llegaron era que no podían perder más tiempo. Sweeney ordenó virar hacia Nagasaki. Una nube había salvado a Kokura y había hecho caer la balanza del destino del lado de Nagasaki.
Un minuto después de las 12:00 el ingenio atómico fue soltado, y el B-29 se apresuró a alejarse. Aunque el número de víctimas fue menor que en Hiroshima (unos 24.000 muertos y 43.000 heridos) las destrucciones y los sufrimientos fueron los mismos. Además la bomba de Nagasaki fue finalmente reconocida como lo que era, un acto criminal, pues ya no era posible cerrar los ojos ante el horror provocado por los Aliados.
Sin embargo nunca hubo un tribunal militar a semejanza del de Nuremberg para castigar a los culpables de tal atrocidad. Hoy en día los EE.UU. no se someten a ningún tribunal de guerra reconocido por los estamentos internacionales ni toleran ninguna injerencia judicial hacia las acciones criminales de sus soldados. Un claro ejemplo de que la globalización y las cortes penales internacionales solo son para una parte del mundo y para otros no. Pueden existir tribunales internacionales pero no existe justicia internacional. Una vez mas los vencedores se imponen frente a un mundo cada vez mas impasible ante los abusos de estos.
Desde este blog recordamos a todas las victimas de estos prepotentes, para que no caigan en el olvido y que las generaciones venideras sepan reaccionar para restablecer la memoria de aquellos que lucharon por lo mismo que deseamos nosotros para nuestro pueblo.