miércoles, 28 de septiembre de 2011

RECORDANDO A CARL GUSTAV JUNG

Ha habido pocas figuras más influyentes en el pensamiento contemporáneo que el psicólogo suizo Carl Gustav Jung.  Según relata uno de sus biógrafos, el día de su muerte una tormenta eléctrica se formó sobre su casa en Kusnacht y un relámpago cayó sobre el árbol favorito del Jung, como una especie de sincronicidad en la que el universo atestiguaba su muerte y revelaba un orden secreto en la entropía.
La obra de Jung, su incontenible pasión por investigar la sombra del ser humano para iluminarla, lo convierte probablemente en el más grande arqueólogo del alma que tiene el pensamiento occidental en el último siglo. Entre las múltiples aportaciones de Carl Jung se destaca su teoría de un inconsciente colectivo común a todos los seres humanos, en la profundidad de su psique, el cual está compuesto por una serie de arquetipos (los dioses de la antigüedad habitan en el hombre como símbolos y enfermedades) que solamente se hacen conscientes de manera secundaria pero que dan forma a los contenidos psíquicos del individuo y se trazan como patrones recurrentes. Como médico del alma humana, Jung llamaba a hacer consciente el inconsciente, a afrontar la sombra de la persona, atravesar el inframundo y plantar cara a los demonios de nuestro psiquismo para, cual héroe medieval que asesina al monstruo, poder encontrar nuestra individuación y beber del grial délfico de nosotros mismos, en autoconocimiento y autorrealización —para vivir en el centro de nuestro propio mándala.
A Jung también le debemos ese enigmático concepto de la sincronicidad: eventos que ocurren conjuntamente sin aparente relación causal pero que son observados de manera significativa. Jung creía que la vida no era una serie de eventos azarosos sino la expresión de un orden más profundo, que llamaba Unus mundus (un concepto similar a la Totalidad Implicada de David Bohm o el Spiritus Mundi de W.B. Yeats). La sincronicidad puede ser vista como una manifestación de este orden profundo en la superficie de nuestra existencia cotidiana, a manera de una epifanía concatenante. Jung creía que, al igual que los sueños, la sincronicidad jugaba el papel de dirigir la conciencia egocéntrica del hombre hacia una integración holística.
 Jung dice de la muerte: “Debido a sus peculiares facultades, la psique no está confinada al tiempo y al espacio, puede tener visiones y sueños del futuro [...] sólo los ignorantes desconocen estos hechos, es evidente que existen y han existido por mucho tiempo. Estos hechos señalan que la psique, en parte al menos, no está  sujeta a estos confinamientos. Ya que la psique no está bajo esta obligación de vivir sólo en el tiempo y el espacio, en ese sentido la psique no está sujeta a esas reglas, lo cual sugiere una continuación de una existencia psíquica más allá del tiempo y el espacio”.
Otro de los grandes intereses de Jung fue la alquimia, en la que encontró una analogía de los procesos de la psique humana, haciendo de la transformación de cualquier sustancia en un equivalente de integrar la sombra (los metales bases de la historia psíquica) y producir el oro de la individuación: hacer consciente la individualidad, trascender el ego y llegar a la totalidad del ser.
Al final de su vida Jung mostró interés por el fenómeno OVNI, al que entendió como “cambios en la constelación de los dominios psíquicos, de los arquetipos o ‘dioses’, como se les solía llamar, que traen o acompañan una larga transformación en la psique colectiva”. Jung veía en los OVNI la manifestación de un proceso de transformación psíquica, una proyección del inconsciente colectivo al espacio celeste.
Celebrando a Carl Jung les compartimos una serie de citas encontradas en diversos puntos de su obra que reflejan, con justicia poética, el talento que hace de Jung una de las mentes más brillantes en la historia humanidad y de su obra el gran referente que tiene nuestra civilización en el proceso de desvelar su espíritu y despertar de lo que James Joyce llamó “la pesadilla de la historia”.
“Tus visiones se aclararán sólo cuando puedes ver en tu propio corazón. Quien ve hacia afuera, sueña; quien ve hacia adentro, despierta”.
“Hasta que hagas consciente el inconsciente, dirigirá tu vida y lo llamarás destino”.
“Todo lo que nos irrita en los demás puede llevarnos a un entendimiento de nosotros mismos”.
“Las personas hacen lo que sea, no importa lo absurdo, para evitar enfrentarse con su propia alma”.
“El privilegio de la vida es volverte quien en realidad eres”.
“Uno no se ilumina imaginando figuras de luz, sino haciendo la oscuridad consciente”.
“Nada tiene una influencia psicológica más fuerte en su ambiente y especialmente en sus hijos que la vida no vivida de un padre”.
“Donde reina la sabiduría, no hay conflicto entre pensar y sentir”.
“Todo depende de cómo vemos las cosas y no de las cosas en sí mismas. La cosa más pequeña con significado es más valiosa en la vida que la cosa más grande sin significado”.
“Existe un pensamiento en las imágenes primordiales, en símbolos que son más viejos que el hombre histórico, que yacen innatos en él desde los tiempos más remotos, viviendo eternamente, más allá de todas las generaciones y que conforman la estructura fundamental de la psique humana. Sólo es posible vivir al máximo cuando estamos en armonía con estos símbolos; la sabiduría es un regreso a ellos”.
“Un hombre que no ha pasado el infierno de sus pasiones nunca las ha superado. Hasta donde podemos discernir, el único propósito de la existencia human es encender una luz en la oscuridad del mero ser”.
“Cada hombre lleva en su interior la imagen eterna de la mujer, no la imagen de esta u otra mujer particular, sino una imagen femenina definitiva. Esta imagen es fundamentalmente inconsciente, un factor hereditario de origen primordial”.
“El hecho de que el hombre que sigue su propio camino acabe en la ruina no significa nada…Debe obedecer su propia ley, como si un demonio le estuviera susurrando nuevos y maravillosos caminos… No son pocos los que son llamados a despertar por esta voz, por la que son separados de los demás… La única vida con sentido es la vida que lucha por la realización individual —absoluta e incondicional— de su propia ley particular. En la medida en la que un hombre traiciona la ley de su propio ser, deja de realizar el significado de su propia vida. La vena aún no descubierta dentro de nosotros es una parte viva de la psique; la filosofía clásica china llama este camino interior Tao y lo asocia con un flujo de agua que se mueve irresistiblemente hacia su meta. Descansar en el Tao significa realización, completud,  el destino individual logrado, la misión personal satisfecha, el inicio, fin y realización perfecta del significado de la existencia innata en todas las cosas”.
“Soy un huérfano, solo: sin embargo, me encuentro en todas partes. Soy uno, pero opuesto a mí mismo. Soy la juventud y un hombre viejo al mismo tiempo. No he conocido ni madre ni padre, porque he tenido que ser llamado de la profundidad como un pez o caído como una piedra blanca del cielo. Me muevo por montañas y bosques, pero estoy oculto en lo más profundo del alma del hombre. Soy mortal para todos y sin embargo el ciclo de eones no me toca”.
“El sueño es una pequeña puerta oculta en los más secretos fueros del alma, abriéndose a la noche cósmica que era psique mucho antes de la conciencia del ego y que permanecerá psique no obstante cuánto se extienda nuestra conciencia de ego”.
“Dios ha dejado de ser contenido por la religión y ha caído en los corazones humanos —Dios encarnando. Todo nuestro inconsciente es un alarido del Dios que quiere conocer y ser conocido”.

lunes, 26 de septiembre de 2011

INCENDIANDO BANCOS: LA OBRA DE ALEX SCHAEFER.



Alex Schaefer lleva a cabo, a través de su pintura, lo que muchos de nosotros quisiéramos hacer: prender fuego a los principales bancos del mundo.

Alex Schaefer era hasta hace poco un discreto pintor originario de California. Impartía clases de pintura en el Art Center College of Design, en Pasadena, y a sus 41 años de edad jamás había vendido una de sus obras en más de mil dólares. Sin embargo, hace unos meses, la carrera artística de Shaefer dio un vuelco que él seguramente nunca imaginó.

Su serie de sucursales y oficinas bancarias ha alcanzado fama internacional y el valor de sus cuadros ha ascendido en un 2,500%. Y es que Shaefer retrata escenarios imaginarios que proyectan lo que millones de personas desearían hacer: incendiar a los culpables de la crisis financiera que ha castigado a buena parte de la población mundial durante los últimos dos años.

“Empecé retratando edificios de todo tipo incendiados pero, a medida que crecía mi frustración contra las entidades financieras, el dinero y la economía, mi pintura evolucionó de manera natural hacia los bancos ardiendo”, A través del más grande sistema de subastas en línea, eBay, este californiano que logró sintetizar el enojo y la frustración colectiva a través de sus pinturas, logró vender un par de obras: la primera, un cuadro que muestra al Bank of America incendiándose y el cual, a pesar de solo medir 15 por 20 centímetros, alguien adquirió en $3,600 dólares superando a otras 39 ofertas; su otra venta superó los $25,000 dólares, luego de que un comprador alemán venciera a otros 69 postores.

Y es que más allá de tener o no una técnica impecable o una propuesta gráficamente novedosa, lo que Schaefer ha logrado es canalizar el sentimiento colectivo, cristalizarlo a través de una expresión artística —una de las funciones básicas del arte.

jueves, 22 de septiembre de 2011

QUE SE VAYAN TODOS


Ha llegado el momento de denunciar a los que han arruinado el futuro de nuestros hijos, los que ganaron premios suecos asegurando que ese era el mecanismo para evitar la recesión. Ahora toca despacharlos y dejarlos en evidencia. A los que no han tenido narices para evitar esto, gestionarlo adecuadamente o informar a la gente para que tomaran las riendas de su destino, no podemos ofrecerles el beneplácito ahora de comandar la salida de este laberinto.

A cada uno su oportunidad, el desastre no lo puede arreglar quien lo ha provocado, o como mínimo, lo ha amplificado. A nosotros no nos toca dar soluciones, aunque las podamos aportar, a los pobres ciudadanos que tuvimos la decencia de denunciar la enorme bola de estiércol que algunos estaban fabricando, nos queda buscarnos una salida de emergencia. En la medida de lo posible, nos toca perder el menor tiempo para afrontar nuestra propia vida.

En menos de seis meses vivir en Europa va a ser un calvario. Sobrevivir en una España intervenida será un infierno. Sueldos a la baja, impuestos progresivos, aumento de sanciones administrativas hasta el ridículo, colectivos diferentes en protesta, aumento de paro, economía de mercado en parada técnica, administraciones en insolvencia, cajas simulando fusiones para alicatar a la valenciana sus boquetes con el fondo de rescate de entidades en quiebra, reducción de estímulos a la investigación y a la creación de un modelo de crecimiento amparado en las nuevas tecnologías, cierre de grandes empresas vinculadas a la obra pública, etc...

Por todo esto y mucho mas, que se vayan todos.

lunes, 19 de septiembre de 2011

ESPAÑA VA BIEN



Lo bien que va esta España monárquica, democrática y parlamentaria queda de manifiesto cuando se comparan los retiros y pensiones que obtienen los políticos cuando cesan en sus puestos y lo que se le da en ese momento a un trabajador normal. Sea éste funcionario público o asalariado privado, para percibir una pensión tiene que haber trabajado anteriormente durante un largo periodo de tiempo (35 años para conseguir la pensión máxima) en el que habrá estado cotizando a la Seguridad Social la cantidad adecuada. Los ministros, diputados o puestos equivalentes les basta tan sólo haber jurado su cargo al tomar posesión del mismo, o como mucho haber trabajado en él 6 o 7 años.
Otra clara prueba de que todo marcha bien entre nosotros la encontramos en el hecho de que ningún grupo político y ningún grupo social hayan hasta ahora protestado de modo diáfano y contundente en contra de que los diputados sean los únicos trabajadores de este país que están exentos de tributar al IRPF un tercio de su sueldo.
Otra muestra más: el ingente número de asesores y empleados -miles y miles- colocados en los tres niveles de la Administración Pública, sea en la estatal, en la autonómica o en la local, con sueldos que ya desearían tener los técnicos más cualificados, por el simple hecho de ser amigos o parientes de políticos dirigentes de la Administración correspondiente; y el también cuantioso número de “liberados” que trabajan a sueldo de sus partidos y sindicatos merced a las subvenciones que estas organizaciones reciben y disfrutan del Estado.
Pero eso sí, gracias al sistema político, económico y social vigente, los españoles podemos disfrutar de  televisiones autonómicas, creadas para servir de cotidianos exaltadores de opiniones, sentimientos e ideas nacionalistas mediocres y trasnochadas; para dar a conocer y propagar la figura y el nombre de políticos, artistas y varios seudo-intelectuales de corto vuelo; y para adocenar a la población de tal forma que reconozcan la labor que estos artistas de la política y el cante jondo han realizado hasta la fecha en este.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

EL NEGOCIO DE LA FINANCIACIÓN PRIVADA DE LOS ESTADOS.



En Grecia la deuda no disminuye, sino que crece. Lo único que disminuye es la exposición del sector privado (bancos, aseguradoras y fondos), gracias a la nacionalización de los riesgos que practica el Banco Central Europeo (BCE) con sus compras. Uno de los problemas es que los estados se financian a través de los mercados, y no directamente vía el BCE.
El BCE presta dinero a un interés de 1,25% a los bancos, que a su vez se lo prestan a los estados a intereses mucho mayores. A Austria, por ejemplo, se lo prestan a un interés del 4,05%. Si el país hubiera sido financiado directamente por el BCE en 2010 se habría ahorrado 4600 millones de euros. En el mismo escenario Alemania se ahorraría 25.000 millones anuales. Y el fardo de Grecia sería menos pesado.

Actualmente Grecia está pagando un interés medio del 4,68% por su deuda, lo que representa que Atenas paga 15.900 millones anuales sólo de intereses, sin reducir un céntimo su deuda. Es decir, dedica el 29% de sus ingresos anuales (55.600 millones) al pago de intereses: casi un euro de cada tres va para los bancos, sin cuya desregulación e irresponsabilidad (invirtiendo en negocios meridionales tan estúpidos y fantasiosos como rentables) nunca se habría llegado al actual problema. Si en lugar de ese esquema el BCE prestara el dinero a un interés, digamos, del 0,5%, Grecia habría pagado por intereses 1700 millones en lugar de los 15.900 y se habría endeudado por 6.400 millones en lugar de por 20.600 millones.
Desde hace casi tres años, el BCE viene practicando esta subvención a la banca privada a cuenta del contribuyente sin que las instituciones digan nada al respecto. Desde hace un año el seudónimo de esta subvención pública a los bancos se llama “rescate de Grecia”, “rescate de Irlanda”, “rescate de Portugal” (con mucho dinero español en riesgo), etc.

Nuestros parlamentos e “instituciones democráticas” tienen en este proceso un papel parecido al de la Asamblea Suprema del Pueblo de Corea del Norte sobre el devenir del país, es decir igual a cero. Quien manda es un politburó no electo de poderes fácticos oligárquicos. Desde la central (Bruselas, Berlín, FMI) ese politburó ha chantajeado descaradamente a Grecia diciéndole textualmente que si no aprobaba nuevos recortes sociales y privatizaciones no le concedería los nuevos créditos del segundo rescate e incluso le retiraría los ya acordados. Es lo que Marlon Brando designa en “El Padrino”, como hacerle a alguien, “una propuesta que no podrá rechazar”.

El nuevo ministro de finanzas griego, Evangelos Venizelos, reconoce que el gabinete de Atenas no gobierna sino que se limita a “cumplir órdenes”. El diario Kathimerini constata que, “un país al completo ha sido convertido en provincia de un imperio más económico que político, que, a su vez, está secuestrado por toda una serie de compañías de inversión y agencias de calificación con monstruosos poderes y codiciosas aspiraciones”.

lunes, 12 de septiembre de 2011

12 de Septiembre de 1683: La batalla de Viena.



La unión de los príncipes europeos salva la civilización de la invasión turca. También siglo y medio antes la intervención del Rey de España había sido fundamental para salvar Viena, de la misma manera de la posterior batalla de Lepanto.

El escenario político-militar en la segunda mitad del siglo XVII, el siglo terrible que trastornó y cambió para siempre a Europa, se presenta todo menos pacífico. La Guerra de los Treinta Años (1618-1648), iniciada como guerra de religión, prosiguió como conflicto entre la Casa reinante francesa de los Borbones y los Habsburgo para quitar a estos últimos la hegemonía sobre Alemania, derivada de la autoridad imperial. Para alcanzar este objetivo el primer ministro francés Armand du Plessis, cardenal duque de Richelieu (1585-1642), inaugurando una política fundamentada en el sólo interés nacional en detrimento de los intereses de la Europa católica, se alía con los príncipes protestantes.
Los Tratados de Westfalia de 1648 sancionan el debilitamiento definitivo del Sacro Imperio Romano en Alemania, asolada y dividida entre católicos y protestantes y fraccionada políticamente, y establece la hegemonía del rey de Francia Luis XIV (1638-1715). El papel predominante alcanzado en Europa empuja al Rey Sol a aspirar a la misma corona imperial y, con esta perspectiva, no duda en buscar la alianza con los otomanos, mostrándose indiferente a todo ideal cristiano y europeo. En las postrimerías del siglo la Europa cristiana está abatida y replegada en sí misma entre divisiones religiosas y luchas dinásticas, mientras la crisis económica y el descenso demográfico, consecuencias de la guerra, completan el cuadro y lo vuelven especialmente vulnerable.
La ofensiva turca
El imperio otomano, que ya había conquistado los países balcánicos hasta la llanura húngara, fue detenido el 1 de agosto de 1664 en su avance por los ejércitos imperiales guiados por Raimundo Montecuccoli (1609-1680) en la batalla de San Gotardo, en Hungría.
Poco tiempo después, empero, bajo la enérgica guía del Gran Visir Kara Mustafá (1634-1683), la ofensiva turca se reanuda, alentada inconscientemente por Luis XIV en su desaprensiva política anti-habsburgo, y se aprovecha de la debilidad en que se hallan Europa y el Imperio.
Sólo la República de Venecia entabla combate con los turcos a lo largo de la costa del Egeo y por cada metro de Grecia y Dalmacia, combatiendo orgullosamente en la que fue su última y gloriosa guerra como estado independiente, que culmina en la caída de Candia en 1669, defendida heroicamente por Francisco Morosini el Peloponesiaco (1618-1694).
Tras Creta, en 1672 la Podolia - parte de la actual Ucrania - es sustraída a Polonia y en enero de 1683, en Estambul, los estandartes de guerra son orientados hacia Hungría y un inmenso ejército se pone en marcha hacia el corazón de Europa, bajo la guía de Kara Mustafá y del sultán Mehmet IV (1642-1693), con la intención de crear una gran Turquía europea y musulmana con capital en Viena.
Las pocas fuerzas imperiales - apoyadas por milicias húngaras guiadas por el duque Carlos V de Lorena (1643-1690) - tratan inútilmente de resistir. El gran caudillo al servicio de los Habsburgo toma el mando a pesar de estar todavía convaleciente de una grave enfermedad que lo había llevado al umbral de la muerte.
Las "campanas de los turcos"
El 8 de julio de 1683 el ejército otomano se desplaza de Hungría a Viena, llegando el 13 de julio e iniciando su sitio. Durante el recorrido fueron asoladas las regiones por las que pasó dicho ejército, que saqueó ciudades y aldeas, destruyendo iglesias y conventos, masacrando y esclavizando a las poblaciones cristianas.
El emperador Leopoldo I (1640-1705), tras haber confiado el mando militar al conde Ernst Rüdiger von Starhemberg (1638-1701), decide abandonar la ciudad y alcanzar Linz para organizar desde allí la resistencia de los pueblos germánicos contra el tremendo peligro que se cernía sobre ella.
En el imperio tocan a rebato las "campanas de los turcos", como ya había ocurrido en 1664 y en la centuria anterior, y comienza la movilización de los recursos imperiales, mientras el emperador teje febrilmente negociaciones para convocar a todos los príncipes, católicos y protestantes, iniciativa que fue torpedeada por Luis XIV y por Federico Guillermo de Brandenburgo (1620-1688), y solicita la inmediata intervención del ejército polaco, invocando el supremo interés de la salvación de la Cristiandad.
El cerco
Mientras tanto, en Viena, invadida por los exiliados, se consuma el vía crucis del cerco, que la ciudad soporta heroicamente. 6.000 soldados y 5.000 hombres de la defensa cívica se oponen, aislados del resto del mundo, al inmenso ejército otomano, armado con 300 cañones. Todas las campanas de la ciudad son reducidas al silencio excepto la de San Esteban, llamada Angstern, "angustia", que con sus incesantes tañidos convoca a los defensores. Los asaltos contra los baluartes y los enfrentamientos cuerpo a cuerpo son diarios y cada día puede ser el último, mientras los socorros están todavía lejos. Inducido por el Papa y por el emperador, a la cabeza de un ejército, se desplaza a marchas forzadas hacia la ciudad sitiada el rey de Polonia Juan III Sobieski (1624-1696), que ya por dos veces había salvado Polonia de los turcos. Finalmente, el 31 de agosto se une con el duque Carlos de Lorena, que le otorga el mando supremo y, cuando se le reúnen todos los contingentes del imperio, el ejército cristiano se pone en marcha hacia Viena, donde la situación es extremadamente dramática. Los turcos han abierto brechas en las murallas y los defensores supervivientes, tras haber rechazado dieciocho ataques y realizado veinticuatro salidas, están exhaustos, mientras los jenízaros atacan, encendidos por sus predicadores y los jinetes tártaros recorren Austria y Moravia. El 11 de septiembre Viena vive con angustia la que parece su última noche y von Starhemberg envía a Carlos de Lorena su último mensaje desesperado: "No perdáis más tiempo, clementísimo Señor, no perdáis más tiempo".
La batalla
Al amanecer del 12 de septiembre de 1683 el venerable Marcos de Aviano, tras haber celebrado Misa ayudado por el rey de Polonia, bendice al ejército en Kalhenberg, cerca de Viena: 65.000 cristianos se enfrentan en una batalla campal contra 200.000 otomanos.
Están presentes con sus tropas los príncipes del Baden y de Sajonia, los Wittelsbach de Baviera, los señores de Turingia y de Holstein, los polacos y los húngaros, el general italiano conde Enea Silvio Caprara (1631-1701), además del joven príncipe Eugenio de Saboya (1663-1736), que recibe su bautismo de fuego.
La batalla dura todo el día y termina con una terrible carga al arma blanca, guiada por Sobieski en persona, que pone en fuga a los otomanos y concede la victoria al ejército cristiano: éste sufre solamente 2.000 pérdidas contra las más de 20.000 del adversario. El ejército otomano se da a la fuga en desorden, abandonando todo el botín y la artillería y tras haber masacrado a centenares de prisioneros y esclavos cristianos. El rey de Polonia envía al Papa las banderas capturadas acompañándolas con estas palabras: "Veni, vidi, Deus vincit".
Al día siguiente el emperador entra en Viena, alegre y liberada, a la cabeza de los príncipes del Imperio y de las tropas confederadas y asiste al Te Deum en acción de gracias, oficiado en la catedral de San Esteban por el obispo de Viena-Neustadt, luego cardenal, el conde Leopoldo Carlos Kollonic (1631-1707), alma espiritual de la resistencia.
El retroceso del Islam
La victoria de Kalhenberg y la liberación de Viena son el punto de partida para la contraofensiva dirigida por los Habsburgo contra el imperio otomano en la Europa danubiana, que conduce, en los años siguientes, a la liberación de Hungría, de Transilvania y de Croacia, dando además la posibilidad a Dalmacia de seguir siendo veneciana. Es el momento en el que se manifiesta con mayor fuerza la grandeza de la vocación y de la misión de la Casa de Austria en la redención y la defensa de la Europa sur-oriental. Para realizarla moviliza bajo las insignias imperiales los recursos de alemanes, húngaros, checos, croatas, eslovacos e italianos, asociando venecianos y polacos, construyendo aquel imperio multiétnico y multirreligioso que dará a la Europa Oriental estabilidad y seguridad hasta 1918.
Por el giro impreso a la historia de Europa Oriental, la batalla de Viena puede ser comparada a la victoria de Poitiers en 732, cuando Carlos Martel (688-741) detiene el avance de los árabes. Y la alianza que en 1684 es ratificada con el nombre de Liga Santa registra un acuerdo único entre alemanes y polacos, entre imperio y emperador, entre católicos y protestantes, alentada e impulsada por la diplomacia y por el espíritu de sacrificio de un gran Papa, encaminado a la consecución del objetivo de la liberación de Europa de los turcos.

Renato Cirelli.

domingo, 11 de septiembre de 2011

LA EVIDENCIA DEL 11-S

Toda verdad pasa por tres etapas: Primero es ridiculizada, luego, violentamente rechazada, y finalmente, aceptada como obvia".
Arthur Shopenhauer




Presentamos este videoclip para remover un poco mas las dudas de todos aquellos que no se creyeron la versión oficial del 11-S. Y también para sembrar la duda entre aquellos bien pensantes que se creen a pies juntillas todas las mentiras del sistema.

Desde aquí recordar una vez mas a todas las victimas inocentes de aquel auto-atentado, en el que una vez mas se demuestra la poca estima que tienen los gobernantes de los Estados Unidos de América a la vida de las personas, incluidas las de sus propios compatriotas. 

Cuando pasen varias décadas saldra a la luz la verdad, como ha ocurrido con otros episodios de la historia, pero para entonces ya no importaran las miles de victimas de los daños colaterales de estos hechos. Solo se acordaran de ellos sus familiares y amigos. Igual que nosotros nos acordamos de camaradas y héroes de épocas pasadas, siempre presentes en nuestra memoria.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

LOS CIEGOS DE ESPAÑA.


Paseando sus tristezas bajo los cielos límpidos y ardientes de Castilla, estos hombres sucios y picarescos, alegres en su miseria, con esa grave alegría de los campesinos de las mesetas centrales, arrastran consigo no sé qué vago espíritu de raza. Yo veo en ella toda la grandeza y toda la pequeñez de esta nuestra España, altiva y rastrera, idealista y sórdida, que engendró un pueblo de mendigos con traza de hidalgos, y un pueblo de hidalgos con alma de mendigos. Ellos son los continuadores de aquel de quien don Diego Hurtado de Mendoza, dijo: «Desde que Dios crió al mundo, ninguno formó más astuto ni sagaz»; ellos son lo único que nos va quedando de la leyenda española, de esa leyenda magnífica y brutal. ¿No habéis pensado alguna vez que estos inquietantes ciegos llevan en su facha desastrosa, en sus harapos horribles, en su semblante, que el sol de Castilla curtió, toda la melancolía de una tradición desvanecida y toda la suprema nobleza de una raza que muere dignamente? Yo los he visto así, a la luz de esta revelación luminosa, testimoniando toda nuestra historia, toda nuestra historia nacional. Yo los he seguido, por escudriñar con avidez en sus ojos sin luz el espíritu de los siglos muertos. Yo he caminado, acomodándome a su pasico vacilante, y he oído sus charlas truhanescas. Todos son adustos; todos tienen el rostro anguloso, la color cetrina y tostada y el gesto picaresco; todos saben oraciones contra males, y son rezadores, por achaque de su oficio, sin que les importe un comino de Dios. Yo creo que esos ciegos son la repetición de una sola e idéntica personalidad, el ciego castellano de un solo carácter, que perdura a través de muchos individuos. He aquí dos productos genuinamente españoles: el ciego y el pícaro. A veces se diferencian; casi siempre se confunden. Porque el ciego español es el ciego único, que no se parece a ningún mendicante de ningún país. Vosotros habréis visto bajo los árboles de los paseos, y de noche en las esquinas de algunas calles, ciegos mendigando con su filarmónica o con su violín, sublimes también en su miseria y trágicos en su vulgaridad. Ésos tienen su epopeya, más delicada, menos repulsiva, pero no más grandiosa que la de estos ciegos castellanos, manchegos o aragoneses. Para escribir la epopeya de aquellos, basta con ser artista; para hablar de éstos hay que ser español. Aquélla se graba en estrofas de sabor verleniano; ésta en prosa maciza y cervantesca. Olvidad, pues, que aquellos existen; no recordéis sus filarmónicas desafinadas, que arrancan valses de La Gran Duquesa, o sus violines desbarnizados, donde suelen sollozar en las tardes sentimentales del domingo, cuando la gente alegre cruza los paseos, habaneras desvaídas y suaves. Son muy hermosos esos ciegos con alma de niño, que lloran cuando acordan sus melodías destempladas; son muy hermosos sí, pero son afrancesados. El ciego español es otro; es el que todos habéis visto por alguna calle desierta de los barrios remotos, que arrastra junto a sí una mujer vieja, acompañante de su tartajoso canto; o ese que lleva un lazarillo, y que rasguea un guitarrico viejo. Son los que entonan siempre la misma copla, con el mismo tono e idéntica cadencia final.
Los unos invocan su ceguera,
para que las almas buenas,
suelten una perra chica;
Los otros cantan a la Virgen del Pilar,
que no quiere ser francesa...

Y todos repiten la misma copla rancia y monótona, pero bella, que si dice nostalgias de amor, lo hace con todo el galante petrarquismo de las endechas árabes y toda la seca ferocidad de las tristes tonadas castellanas. Sí, son inconfundibles esos ciegos, con sus sombreros de fieltro lanoso o sus boinas azules, que caminan por las carreteras con la guitarra remendada a la espalda y la calabaza de vino colgada de la cintura. En su ambular sin rumbo, limosneando por los lugares pobres, contemplo yo la historia de nuestro pueblo salvaje y heroico, misérrimo y generoso.

Así, pues, cuando en la calle de Puñonrostro, o en la calle del Almendro, o en cualquiera de esas calles solitarias que hay en Madrid, y que guardan todavía el perfume de los tiempos viejos; cuando en una de esas calles sombrías donde todavía hay casas con rejas moriscas en que se columpian los jazmines, o con balcones tenebrosos, en que se proyectan las sombras alargadas de los pasillos y de las salas medrosas; cuando en una de esas calles, tropecéis con un ciego castellano, pensad que ese hombre lleva en su semblante, en su porte, en su guitarra, el alma de vuestro pueblo, que es sucio, mezquino y arrogante como aquel hidalgo vallisoletano que comía con singular deleitación los pedacicos de pan que Lázaro de Tormes, su criado, alcanzaba pordioseando.

Pedro González-Blanco

Revista Alma Española
Madrid, 27 de marzo de 1904

lunes, 5 de septiembre de 2011

TRADICIONES DE NUESTRAS TIERRAS: LA FIESTA DE LOS GANCHEROS



La Fiesta de los Gancheros se celebra desde hace diez años en el Alto Tajo, en la provincia de Guadalajara el primer fin de semana de septiembre. Este año le ha correspondido el turno a la localidad de Zaorejas.

Se trata de un homenaje a los gancheros que realizaron un notable esfuerzo para arrastrar los troncos hacia el río y, una vez allí atarlos y guiarlos, hasta la orilla en un trabajo en el que no siempre acompaña la corriente.

A través de esta fiesta ganchera se trata de mantener el recuerdo, hacer un homenaje permanente a las actividades rurales tradicionales que han forjado la vida y la cultura de la gente de nuestros pueblos, así como fomentar la convivencia entre las comunidades vecinales de los distintos pueblos de la zona del Alto Tajo.

El oficio, tradicional en Castilla-La Mancha, no estaba exento de dureza y los gancheros manchegos debían luchar contra la fuerza de las aguas, con extraordinario equilibrio y arrojo, equipándose con una larga pértiga terminada en gancho y que les servía para ayudarse y conducir los inmensos troncos de árboles.

Ahora sus descendientes rinden homenaje a estos hombres valientes y sacrificados que usaron este sistema de vida, patente en el libro de José Luis San Pedro -luego llevado al cine en 1989- “El río que nos lleva”. La “maderada” fue transportada así desde el siglo XVI y hasta la década de los 50 del siglo pasado, a través de las corrientes del Ebro, el Segura, el Tajo, el Júcar y el Turia.

Durante la celebración de la fiesta ganchera, los vecinos de los pueblos de la comarca, se atavían con la ropa tradicional de los gancheros y realizan exhibiciones de corta de pino con hachas, para después hacer una suelta de troncos. Además, los actos festivos se completan con degustaciones gastronómicas de platos típicos de la zona.




viernes, 2 de septiembre de 2011

EL ALMA VASCA



No se conoce a uno sino por lo que dice y hace, -y el alma de un pueblo sólo en su literatura y su historia cabe conocerla- tal es el común sentir. Es hacedero, sin embargo, conocer a un pueblo por debajo de la historia, en su oscura vida diaria, y por debajo de toda literatura, en sus conversaciones.

«Si los pueblos sin historia son felices, felicísimos han sido los vascos durante siglos y siglos», dijo de nosotros Cánovas del Castillo. De esta felicidad secular arranca nuestra juventud, una juventud amasada durante siglos. Pero ¿es que no hemos tenido historia? ¿Nos han faltado Aquiles u Homeros que los hayan cantado? «El pueblo inglés es un pueblo mudo; pueden cumplir grandes hazañas, pero no describirlas», dijo de su pueblo Carlyle, y con más razón que él del suyo puedo yo decirlo del mío. Y así como Carlyle añadía que su poema épico, el de los ingleses, está escrito en la superficie de la tierra, así añado yo que, más modestamente y más en silencio aún, ha escrito en la superficie de la tierra y en los caminos del mar su poema, mi raza, un poema de trabajo paciente, en la América latina más que en otra parte alguna.

Durante siglos vivió mi raza en silencio histórico, en las profundidades de la vida, hablando su lengua milenaria, su eusquera; vivió en sus montañas de robles, hayas, olmos, fresnos y nogales, tapizadas de helecho, argoma y brezo, oyendo bramar al océano que contra ellas rompe, y viendo sonreír al sol tras de la lluvia terca y lenta, entre jirones de nubes. Las montañas verdes y el encrespado Cantábrico son los que nos han hecho.

Entramos tarde en la cultura, y entramos en ella con todo el vigor de la juventud y toda la cautela de una juventud elaborada tan lentamente, con timidez bajo la audacia misma. Porque el vasco, por arriesgado que sea ante la naturaleza, suele ser tímido ante los hombres, vergonzoso. El más valeroso marino vasco que haya afrontado el peligro supremo con serena calma, el más fuerte luchador contra los elementos que salga de mi raza, la de Elcano, el primero que dió vuelta al mundo, encuéntrase en sociedad cohibido. Mi paisano y entrañable amigo Juan Arzadun, en el hermosísimo relato la Nochebuena del expósito, que figura en su precioso libro Poesía (tomo II de la Biblioteca bascongada de Fermín Herrán, Bilbao 1897), habla del «tipo hermoso y tranquilizador del aldeano vasco» que «daba vueltas entre sus manos de gigante a la boina, lleno de insuperable timidez, y sonreía con vaguedad, fuerte y bonachón como un Hércules adolescente». La pintura es admirable; sobre todo lo de la timidez. Quien haya conocido en Universidades grupos de estudiantes vascongados, recordará dónde y cómo suelen reunirse, y cómo huyen de cierta sociedad. A ello ha contribuido no poco la natural torpeza para expresarse en lengua castellana, porque donde ha llegado a ser ésta, como en Bilbao, la nativa, las cosas varían.

Vizcaino es el hierro que os encargo; corto en palabras, pero en obras largo.

Concluye diciendo Don Diego de Haro en aquel magnífico final de la escena primera del primer acto de La prudencia en la mujer, en que Tirso de Molina dijo de nosotros en cuarenta versos lo que en cuarenta volúmenes no se ha dicho después. «Cortos en palabras, pero en obras largos.» Hasta nuestras palabras suelen ser acción —que lo diga, recientemente, el vasco Grandmontagne— y confío en Dios en que cuando se nos rompan por completo los labios y hagamos oír nuestra voz en la literatura española, será nuestro pensamiento corto en palabras y en obras largo.

Es, ante todo, un pueblo ágil y ágil más que maciza su activa y silenciosa inteligencia. Il saute comme un basque, se dice proverbialmente en Francia, y cuando nos metemos a escribir damos también saltos y cabriolas. Y la agilidad es la expansión más pura de la fuerza espontánea. Ved que nuestro juego típico es el de la pelota. De las ideas mismas hacemos pelotas en que adiestrar y robustecer nuestro espíritu. En los últimos disturbios de Bilbao, las ideas que unos y otros empendonaron eran, créanlo o no ellos, un pretexto para luchar.

La inteligencia de mi raza es activa, práctica y enérgica, con la energía de la taciturnidad. No ha dado hasta hoy grandes pensadores, que yo sepa, pero si grandes obradores, y obrar es un modo, el más completo, acaso, de pensar. El sentimiento del vasco es un sentimiento difuso que no se deja encerrar en imágenes definidas, savia que resiste la prisión de la célula, sentimiento, por decirlo así, protoplasmático. Estalla en la música, que es lo menos ligado a empobrecedoras concreciones. Coged las letras de Iparraguirre sin música, hacedlas traducir, y os resultará lo más vulgar y pedestre. Y, sin embargo, oíd cantar aquel «extiende y propaga tu fruto por el mundo mientras te adoramos, árbol santo», y como en un mar se brizará en sus notas robustas vuestro corazón, acordando a ellas sus latidos. Y es que letra y música se concibieron juntas, como formas de una misma sustancia.

Un carácter rudo y pacientemente impetuoso, por lo común autoritario. De la rudeza dan buena muestra las atrocidades que de los turbulentos banderizos de fines de nuestra Edad Media nos cuenta Lope García de Salazar en su Libro de las buenas andanzas e fortunas, aquellas sombrías luchas entre los de Butrón y Tamudio, los de Tamudio y los Leguizamón, los Leguizamón y los Tariaga y Maztiartu, narradas con fúnebre monotonía por el viejo cronista mientras estaba preso por sus hijos en la torre de Sant Martín de Mesñatones.

Y autoritarios, sí, autoritarios, a la vez que de espíritu independiente. Para mandar salvajes o para regir frailes, para colonizadores o para priores que ni hechos de encargo, pintiparados allí donde haga falta una energía un poco ruda y procedimientos rectilíneos, pero torpes para gobernar pueblos ya hechos, donde haya que concertar voluntades y templar gaitas, donde se requiera flexibilidad ante todo. Y cuando le toca ser subordinado el vasco, según la frase consagrada, obedece, pero no cumple; no dice que no, pero hace la suya.

Porque a tercos sí que no nos gana nadie. «Vizcaíno, burro», suele decirse aludiendo a nuestra testarudez, que acaso llegue a ser muchas veces en nosotros un vicio, pero que es, sin duda, de ordinario nuestra virtud capital. Si no entra de otro modo el clavo, lo meteremos a cabezadas. Pero nuestra terquedad es menos violenta que la del aragonés. Toda la afabilidad que se quiera, pero a hacer la suya el vasco. «Los vascongados —suele decirme un amigo— no atienden ustedes a más razones que a las suyas propias; si se arruinan, será solos, sin empacharse de consejos ajenos, pero sin culpar tampoco al prójimo por ello.» Por tercos, más que por otra cosa, hemos sostenido dos guerras civiles en el siglo pasado, porque nos parecía que marcha demasiado de prisa el progreso político, sin acomodarse al social; para ponerle a paso de buey, lento, sí, pero seguro.

Si hay algún hombre representativo de mi raza, es Iñigo de Loyola, el hidalgo guipuzcoano que fundó la Compañía de Jesús, el caballero andante de la Iglesia: el hijo de la tenacidad paciente. La Compañía, me decía una vez un famoso exjesuíta, no es castellana, como se ha dicho, ni española; es vascongada. Y vascongada hasta en sus defectos. Es vascongada en su terquedad pacienzuda, en su espíritu a la vez autoritario e independiente, en su horror a la ociosidad, en su pobreza de imaginación artística, en la fuerza para acomodarse a los más distintos ambientes, sin perder su individualidad propia. Y esto me lleva como de la mano a decir algo de lo que se ha llamado nuestro fanatismo.

Fue el pueblo vasco de los últimos en abrazar el cristianismo, pero lo abrazó con tanto ahínco como retardo. No es para nosotros la religión una especie de arte supremo en que busquemos tan sólo satisfacción a anhelos estéticos, sino que es algo muy hondo y muy serio. No es extraño encontrar en nuestras montañas quienes vivan hondamente preocupados del gran negocio de su salvación, en un estado de espíritu genuinamente puritánico. Nuestro sentimiento religioso, hondamente individualista, no se satisface con pompas litúrgicas en que resuenan ecos paganos. Es por dentro un espíritu nada romano; la de un alma que quiere relacionarse a solas y virilmente con su Dios, un Dios viril y austero. El calvinismo hugonote empezó a arraigar en el país vasco-francés; uno de los primeros libros impresos en vascuence —si no el primero, el segundo—, fue la traducción del Nuevo Testamento hecha en 1571 por Juan de Lizarraga, un hugonote vasco-francés, bajo los auspicios de Juana de Albret. En el fondo de la más rígida e incuestionable ortodoxia, se descubre pronto en la religiosidad de mi raza un germen antilatino, germen que espero dará frutos. La misma Compañía de Jesús que fundó mi paisano Loyola para atajar la marcha del protestantismo, ¿no nació, acaso, como todo movimiento que pretende oponerse a otro, en el seno mismo en que éste se agita, en relación de unidad profunda bajo su oposición superficial? Los Ejercicios espirituales, de Loyola, ¿no son acaso uno de los libros más gustados entre protestantes? Si persiste o no hoy el primitivo espíritu ignaciano en la Compañía, es ya otra cosa.

Se habla de nuestro espíritu reaccionario, cuando debía llamársele más bien conservador, en el mejor sentido. Queremos progresar al paso de la naturaleza, con calma, acomodando lo político a lo social. En el fondo del carlismo vascongado hubo siempre un soplo socialista; vislumbraba que se ha ahogado la libertad social bajo la política. Me decía una vez Pablo Iglesias que a nadie era más difícil de ganar al socialismo que al vascongado, pero que una vez dentro de él, era de los convencidos y de los sólidos, sin impaciencia ni desmayos.

Sobre esa base de austera y seria religiosidad, de activo recogimiento, se levanta la familia vasca, bajo la autoridad del eche co jauna, del amo de la casa. Y junto a él su mujer, que con él laya en la heredad, una mujer robusta. De soltera, con las trenzas tendidas sobre la espalda, lleva a la cabeza la herrada, suelta, ágil y fuerte, con la gracia reposada del vigor, «asentándose en el suelo como un roble, aunque ágil además como una cabra; con la elegancia del fresno, la solidez de la encina y la plenitud del castaño..., amasada con leche de robusta vaca y jugo de maíz soleado»..., permitidme que reproduzca estas palabras de mi Paz en la guerra. Y es ésta luego una mujer que la maternidad priva sobre la sexualidad. Me han confirmado sacerdotes de mi país, que por el confesionario lo saben, que los rarísimos casos de adulterio que en nuestras montañas ocurren, se deben en gran parte al ansia de las mujeres por tener hijos, cuando el marido no se los da. Los desea y los necesita. Si su aspereza tosca no cultiva

aranzadas a Baco, hazas a Céres, es porque Venus huya, que, lasciva, hipoteca en sus frutos sus placeres.

Aquí observo bien dos hechos el travieso mercenario, aunque no acertó a relacionarlos. En el país vasco ni la extrema pobreza y desolada aridez que sume a los pueblos en incurable tristeza, ni la exuberancia y facilidad que los hunde en modorra e indolencia. Ahora que con las minas y las industrias ha empezado a acumularse una gran riqueza, ahora es cuando empieza a notarse algún cambio en el espíritu. Emprendedor y activo, sí, pero se ha hecho insoportable el bilbaíno por lo pagado de sí mismo y de su riqueza y su convencimiento de pertenecer a cierta raza superior. Mira con cierta petulancia al resto de los españoles, a los no vascongados, si son pobres, llamándolos despreciativamente maquetos.

Es antigua en el pueblo vasco la pretensión de nobleza, originada del aislamiento en que vivió. Para el aldeano vasco no hay más que una distinción entre las gentes; euscaldunac los que hablan euscara o eusquera como él, y erdaldunac los demás, los bárbaros, los que hablan cualquier erdara o erdera, nombre en que se incluyen todas las hablas que no sean vascuences. Y respecto a pretensiones de hidalguía, basta leer lo que a Don Quijote dijo Sancho de Aspeitia. Cuéntase también que diciendo un Montmorency, creo, delante de un vasco, que ellos, los Montmorency databan no sé si del siglo VIII o IX, contestó el otro: pues nosotros, los vascos, no datamos. Y Tirso de Molina hizo decir a don Diego de Haro que Un nieto de Noé les dio nobleza que su hidalguía no es de ejecutoria.

Estos humos han producido ahora, a favor de la riqueza, una atmósfera irrespirable, pero es de esperar que digieran mis paisanos su riqueza y surja allí la cultura que canta sobre las chimeneas de las fábricas, como diría otro vasco, Maeztu, la que brota de expansión de vida.

Se ha dicho alguna vez que el vasco es triste, y triste habría que creerle, a juzgar por los relatos de Baroja. Yo no lo siento así, sino que aspiro en mi país, y entre los míos, una alegría casera y recogida, y no pocas veces el estallido de gozo de la vida que desborda.

Para alegría, la de mi país; una alegría como la del sol que sonríe entre jirones de nubes, sobre las montañas verdes, al través de la lluvia no pocas veces; una alegría agridulce, como la del chacolí o la sidra. Suele ser la alegría de dentro, no la que el sol os impone, sino la que brota del estómago saciado; no del cielo, sino del suelo. Suele ser la alegría a la holandesa que irradia de los cuadros de Teniers, la de sobremesa, tras pantagruélicas comilonas, no la que se nutre de manzanilla, aceitunas y cantos morunos. Hay que ver en la romería de la Albóniga, sobre Bermeo, cómo los intrépidos pescadores se desentumecen los miembros dando saltos y cabriolas, con una encantadora tosquedad, con la torpeza de gaviotas o alabancos que se pusieran a bailar.

¡Y si vierais una vuelta de romería, allá, al derretirse de la tarde, en los repliegues del sendero, entre las fuertes hayas cuyo follaje susurra extraños rezos! Vuelven cantando y saltando, cogida la moza no pocas veces por el robusto brazo de layador del mozo, riendo cualquier bobada, porque es la risa la que busca el chiste y no éste el que la provoca, abriendo la espita al chorro de vitalidad que desborda como de henchida cuba. De cuando en cuando arranca de un gaznate fresco un sanso o irrintzi, un relinchido, y sube como alondra, esparciéndose por el valle mezclado al rumor del follaje de los robles, y callan los pájaros, y vibra el cielo y se derriba al fin en el ámbito saturado de la santa alegría que del descanso del trabajo brota, aquel latido de un alma sencilla, que vive sin segunda intención y que sólo sabe expresarse así, inarticuladamente, en robusta oración al dios de la alegría y del trabajo, de la alegría seria y del trabajo serio.

No; mi pueblo no es triste; y no lo es, porque no toma el mundo no más que en espectáculo, sino que lo toma en serio; no lo es, porque estará a punto de caer en cualquier dolencia colectiva, menos en esteticismo. El día en que pierda la timidez, cobre entera conciencia de sí y aprenda a hablar en un idioma de cultura, os aseguro que tendréis que oírle, sobre todo si descubre su hondo sentimiento de la vida: su religión propia.

Miguel de Unamuno

Articulo aparecido en el numero 4 de la revista Tierra y Pueblo.