martes, 25 de mayo de 2010

MUNDIALIZACIÓN Y MUNDIALISMO



Si queremos afrontar correctamente el tema, para comenzar lo oportuno es despejar el campo de un equívoco muy extendido: no se deben confundir los conceptos de mundialismo y globalización.

Por lo que algunos llaman mundialización y otros, globalización, se entiende la homologación tecnológica, económica y cultural del planeta. El mundialismo es una ideología que se manifiesta en un proyecto político.

La globalización es por lo tanto un fenómeno más o menos mecánico que se verifica ya sea por causas materiales y técnicas aún antes que económicas, ya sea por razones meta-históricas y por esto podría ser revisada, corregida, y rectificada por la intervención de elites políticas y de fuerzas sacras. En otros términos, se trata de una fase histórica de la cual el mundialismo es hoy una interpretación ideológica de sello mesiánico.

El mundialismo, por su parte, es sobre todo una cosa: ansia de uniformidad y por lo tanto de deformidad. Exalta y anima la destrucción de las diferencias y de la calidad; eso no sólo en el ámbito sociocultural y político sino también en lo cotidiano, en todos los campos, desde la esfera intelectual a la alimenticia. Su ideal es el de una sociedad unificada y gobernada por una clase dirigente dedicada a modelar plasmar el planeta con intención de que cada uno de sus habitantes sea exclusivamente sólo el fruto de la mundialización y sobre todo no tenga nada de antiguo o heredado. Por lo tanto, el mundialismo es una ideología fanática de la mundialización, como fue el comunismo de la ideología fanática de la proletarización. Existe interdependencia pero no equivalencia absoluta.

La mundialización, o globalización como quiera decirse, actúa siguiendo su propio impulso imparable. Los mundialistas, que son sus testarudos y entusiastas sostenedores, anhelan ser los protagonistas de un trastorno existencial, cultural y político total sin posibilidad de retorno.

El mundialismo intenta así hacer de esta mundialización una suerte de religión revelada e imponerla como una especie de divinidad social. Las elites mundialistas, tanto las que han tenido acceso a los lugares estratégicos del poder supranacional como a las religiones, pseudo-esotéricas o intelectuales que pululan sobre todo en el hastiado Occidente, se encuentran hoy con que son las únicas que definen e imponen una ideología que va paralela a la globalización. Pero esta última puede ser transformada e incluso radicalmente, corregida, revolucionada, pero ciertamente no puede detenerse. La ideología y el programa mundialista no sólo no es en absoluto irreversible sino que puede ser derrotado y arrojado a la basura de la historia.

Para que se pueda dar este cambio radical, se deberá re-interpretar la ecumene naciente de una manera radicalmente opuesta: es decir clásica, imperial y gibelina.

El mundialismo, ideología del anhelo de posesión.

El mundialismo proyecta la unificación de la sociedad entorno a un solo credo, a una elite dirigente, con el objetivo de realizar la igualdad y la felicidad en la Tierra.

Se funda sobre un anhelo de omnipotencia mundana, una suerte de superdominio horizontal. Todo esto permite a varios componentes ideológicos y a diferentes comunidades político-religiosas reconocerse en el mundialismo o por lo menos en alguna particular versión del mismo.

Los fanáticos judíos pueden encontrar ahí el proyecto mesiánico del dominio de la tierra por parte del pueblo elegido. Los fanáticos cristianos reconocen en él frecuentemente el proceso de evangelización universal. Los comunistas pueden reconocer en el mundialismo, la sociedad sin estados ni naciones, la tabla rasa con el pasado. En realidad el mundialismo es un poco todo esto sin ser nada de todo esto; sin embargo las notas de su sinfonía suenan familiares a todas estas orquestas.

El poder mundial

Por lo tanto el mundialismo congenia perfectamente con la situación actual o por lo menos con la de Occidente y el capitalismo. Tanto que hoy no es sólo lícito, sino indispensable, hablar de centros multinacionales que pisotean y rompen las soberanías, que coordinan las economías y que dictan en todas partes leyes en el plano cultural, educativo, pretendiendo imponer un modelo común, estandarizado, en la filosofía, la ética, la lengua, la sexualidad, la gastronomía, la política.

¿Pero podemos afirmar de verdad que existe un centro único de poder mundial?

¿O se trata de un conjunto de centros neurálgicos que colaboran en plena armonía respondiendo a determinados intereses materiales de clase, de etnia, de partido, de nación?

¿El sistema mundial es fruto de un diseño de mentes superiores o es el efecto de la organización racional de un Caos imperante y desbaratado? Y sobre todo, ¿de una afinidad cultural y espiritual?

Como se ve por las preguntas que es preciso formularse para afrontar el advenimiento de esta época nueva, que estas son numerosas y sobre todo complejas y necesitan la aplicación de una lógica muy perfeccionada que esté capacitada para, individualizar, comprender y definir al mismo tiempo la ideología mundialista, la evolución del sistema internacional y la composición del poder mundial.

Gabriele Adinolfi

(De su libro: Nuovo Ordine Mondiale. Tra Imperialismo e Imperio)

lunes, 17 de mayo de 2010

LOS FUTUROS RETOS DE EUROPA

Las mayores amenazas para la estabilidad social y económica de Europa e incluso para su supervivencia física en el futuro son la explosión demográfica en los países subdesarrollados, la crisis ecológica global, la escasez de recursos naturales y la globalización de la economía. La supervivencia de nuestra civilización depende de nuestra habilidad para resolver estos problemas -debemos estar preparados para tomar medidas decisivas para proteger a Europa de los peligros de un mundo que se desmorona-. Sería un error ver estos problemas globales como asuntos separados, ya que siempre están en interconexión. Estos problemas son, después de todo, diferentes aspectos del mismo problema primordial. Un error aún mayor sería creer que alguien a excepción de nosotros tenga los medios intelectuales, culturales y materiales para enfrentarse a estos problemas.

El principal problema al que se enfrenta nuestro planeta es la extensión de los efectos de la revolución científico-industrial de Occidente a las sociedades no europeas. El mundo se ha desequilibrado debido a que prácticamente todas las sociedades humanas del planeta están siendo asoladas por los violentos cambios de la modernización. La revolución científico-industrial, que se originó en Europa y catapultó a nuestra civilización a su cenit, se ha abierto camino hasta el último rincón del planeta de modo que no ha quedado ninguna cultura tradicional libre de sus efectos.

La actual explosión demográfica, tiene hondas raíces que se remontan al menos al siglo XVIII en Europa.

La población de Europa ha ido creciendo constantemente desde el azote de la peste negra del siglo XIV. Por varias razones, hubo una fuerte caída de la mortalidad en el siglo XVIII que fue seguida por un masivo crecimiento de la población (la tasa de crecimiento de población europea de entonces era equivalente a la del tercer mundo actual).

Una población creciente era nuestra arma demográfica, que combinada con la revolución científica e industrial nos dieron los medios para conquistar el mundo.

Hoy, tras un largo período de transición demográfica, nuestro crecimiento de población se ha detenido y pronto estará en declive. Históricamente hemos pasado de una fase de alta fertilidad + alta mortandad, a una de alta fertilidad + baja mortandad, y finalmente a una de baja fertilidad + baja mortandad que está envejeciendo la población.

Al mismo tiempo, los resultados de la revolución científica e industrial se han extendido al Tercer Mundo, dando como resultado una fase de alta fertilidad + baja mortandad con la consiguiente explosión demográfica.

La cuestión vital para nuestro Planeta es cuánto tiempo durará la transición de la fase de alta fertilidad + baja mortandad, a una fase de baja fertilidad + baja mortandad. Si esta transición demográfica cuesta 200 años como en Europa, el planeta está condenado; si cuesta 100 años, también. De hecho tenemos que encontrar la forma de cambiar esta tendencia en los próximos 50 años; lo que desgraciadamente parece ser imposible.

El mayor obstáculo parece ser el hecho de que esta transición demográfica requiere la creación de una sociedad industrial para aumentar la producción material y subir radicalmente el nivel de vida. Esto es exactamente lo que sucedió en Europa entre 1770 y 1970; y hoy parece imposible que una transición similar se dé en el Tercer Mundo sin un incremento masivo de los medios materiales de vida.

El problema, sin embargo, es si esto es posible, ya que se calcula que requeriría 4.6 veces los recursos totales del Planeta. Podemos decir que en breve plazo, para salvar a nuestro Planeta habría que crear una sociedad de consumo a nivel global; lo cual es imposible mientras crezcan la pobreza y el atraso.

Debemos también tener en mente que la industrialización no absorbió las siempre crecientes masas de pobreza rural de Europa. En la encrucijada histórica en la que la población de Europa alcanzó su máximo apogeo, ésta tuvo la bendita oportunidad de colonizar nuevas tierras: las Américas, Australia, Nueva Zelanda, Siberia, y grandes partes del África central y del sur, absorbieron la presión demográfica de millones de europeos cuando la industrialización no era suficiente para proporcionarles a todos trabajo e ingresos.

Hoy, cien o doscientos años después, encontramos estas mismas migraciones con la salvedad de que el mundo ahora está repleto. Ya no quedan continentes que colonizar ni zonas vírgenes que ocupar. El Tercer Mundo, pobre, presiona sobre sociedades ya densamente pobladas y con un crecimiento económico lento que reduce a las crecientes masas de trabajadores poco cualificados a subclases hostiles.

Nuestra conclusión debe ser que hay demasiada gente en el planeta. La población humana no es cualitativamente diferente de otras poblaciones de animales sociales. La inteligencia humana nos ha dado la posibilidad de romper las barreras ambientales y crecer exponencialmente al menos hasta ahora.

La expansión demográfica, que antes fue nuestra fuerza, se ha vuelto nuestra debilidad. Hoy estamos en peligro de ser desbordados por poblaciones más expansivas. Como en la naturaleza, estas poblaciones seguirán creciendo mientras puedan mandar a sus excedentes a colonizar otros territorios. Las masas del Tercer Mundo crecerán hasta llegar a sobrepasar el límite que su hábitat pueda soportar, tras lo que colapsarán el planeta. Mientras Europa, Australia, Estados Unidos y Canadá permiten el flujo de inmigrantes del Tercer Mundo, el crecimiento seguirá imparable.

La explosión demográfica del Tercer Mundo será el último empuje del crecimiento de la humanidad más allá de los límites que la tierra puede soportar, un proceso que se inició en Europa en el siglo XVIII.

Absorbiendo el exceso de población del Tercer Mundo, facilitamos su crecimiento y aceleramos el desastre ecológico global. Está claro que pretender aumentar el consumo per cápita con el crecimiento de la población, es una estrategia que fracasará debido a que los recursos naturales son limitados y dichos recursos se acaban.

Algunos optimistas piensan que sería posible desarrollar economías que corrijan nuestros errores y pueda elevar el estándar de vida de los más pobres mediante tecnologías menos contaminantes y que consuman menos recursos. Estos optimistas ponen su fe en tecnologías que evitarían la fase 1 para saltar directamente a la fase 2.

Esto es sólo una fantasía dada la enormidad del problema: La ingente cantidad de pobres cuyo nivel de vida habría que elevar y en poco tiempo disponible para ello. En las próximas décadas se estima que 1.200 millones de personas entren en el mercado de trabajo y sólo 300 millones encuentren un empleo si las cosas siguen como hasta ahora.

Por otra parte, nadie sabe exactamente cómo será esa nueva tecnología ecológica. Podemos asumir que la nueva tecnología es siempre más cara que la tecnología anterior. Entonces si las economías en vías de desarrollo quieren repetir la revolución industrial de Occidente y mejorar su nivel de vida, deberán recurrir a una tecnología menos sofisticada que dañe más el medio ambiente y consuma más recursos.

Hasta ahora no hemos alcanzado la fase 2. Es difícil pensar que la industrialización del tercer mundo vaya a ser más ecológica y suave de lo que lo fue la de Occidente.

Es muy poco probable, que en un futuro próximo, la ciencia vaya a hacer avances que mejoren la optimización de los recursos naturales –al menos en cantidades que puedan satisfacer las crecientes necesidades a tiempo–. Dado que las necesidades crecen y los recursos naturales decrecen, el resultado inmediato es que las sociedades del Tercer Mundo están bajo una creciente tensión.

El colapso político.

Muchos países del Tercer Mundo están en peligro de colapsar bajo el tremendo peso de una creciente población. Muchos países africanos hace tiempo que dejaron de funcionar como estados y se han visto reducidos a meros conceptos políticos teóricos. La explosión demográfica causa una tensión masiva en la estructura social intensificando el conflicto entre ricos y pobres y, en caso de que haya crecimiento económico, la creciente población tiene tendencia a privar a las sociedades de sus resultados debido a que la población crece más rápido que la economía.

A mediad que la tensión social y económica crece, emergen nuevos extremismos políticos y religiosos -el ascenso del islamismo radical puede verse como un intento de hacer frente a la frustración social del mundo islámico-. Las grandes mega ciudades se pueden ver como incubadoras de violencia a gran escala.

La explosión de población global y la escasez de recursos naturales, crean no sólo amenazas internas para las sociedades pobres sino también externas. Las guerras del futuro las provocarán las necesidades básicas para la vida: agua, tierra y puede que incluso aire limpio. Estas guerras del futuro serán guerras ecológicas, y decidirán la muerte o supervivencia de millones de personas. Las guerras del futuro significarán la introducción de factores ecológicos en las políticas globales y geo-estratégicas.


Las sociedades del Tercer Mundo podrían caer en el caos ya que puede resultar imposible gobernar poblaciones tan masivas. El problema de los refugiados que nos encontramos hoy en día es sólo un aperitivo de lo que viene en el futuro. El número de refugiados crecerá de forma exponencial, grandes masas del Sur pobre que se moverán desesperadamente en busca de una vida mejor, intentando sobrevivir. Más y más gente se desplazará por razones medioambientales y será cada vez más difícil distinguir los refugiados políticos de los medioambientales debido a la interacción de las crisis social política y ecológica.

Globalización.

Gran parte de la actividad industrial en las economías emergentes es resultado de el traslado de la base industrial de Occidente a países con laborales menos exigentes y sin leyes medioambientales. Durante décadas los economistas nos han explicado que esta erosión de la base industrial de Europa no sólo nos beneficiaría a nosotros sino también al resto del mundo. Hoy queda bastante claro que no es así.

El traslado del tejido industrial europeo nos trae dos problemas:

Incremento del desempleo.

Pérdida de ingresos por impuestos.

La pérdida masiva de puestos de trabajo industriales durante las últimas décadas no se ha visto compensado por un incremento razonable de trabajo en el sector servicios -como decía la teoría económica liberal-. Lo que ha ocurrido ha sido más bien lo contrario, la afluencia de trabajadores poco cualificados provenientes del Tercer Mundo, ha copado el sector servicios con trabajo cuasi-esclavo con salarios por debajo del mínimo y condiciones laborales inaceptables. El resultado es que muchos europeos han caído en la pobreza perpetua.

La salida del tejido industrial ha condenado a grandes áreas de Europa a convertirse en tierras yermas y a sus habitantes a convertirse en una subclase errante abocada a una vida de penuria y pobreza. Esta plaga post-industrial se extiende a medida que la teoría liberal global convierte a la mayor parte de los étnicamente europeos en sobrantes e inútiles.

Si escogemos aceptar esta falacia post-industrial estamos cometiendo un suicidio lento. El poder y la salud de la civilización occidental vinieron de la producción industrial. Si deliberadamente entregamos nuestra base industrial, fragmentamos las bases de nuestra civilización. Los realities televisivos y los trabajos basura no sostendrán nuestro poderío global, nuestra fuerza y nuestro orgullo étnico. Debemos tener el coraje intelectual de cuestionar el paradigma prevaleciente en las economías modernas que sostiene que desmantelar el tejido industrial europeo nos beneficia no sólo a nosotros sino al resto del mundo.

La salida del tejido industrial sobre todo hacia China y la India significa también que los beneficios de las compañías transnacionales no pueden ser gravados. Esta erosión del sistema fiscal de los países occidentales los convierte en incapaces de garantizar los servicios mínimos a sus ciudadanos y mantener la infraestructura. La única salida que queda es obtener más créditos.

Permitiendo que las grandes multinacionales muevan la producción industrial y el capital libremente, aceptamos su dominio sobre nosotros. Aceptamos que esas compañías operen al margen de nuestras leyes y saquen el máximo beneficio utilizando mano de obra barata no europea y nuestro poder adquisitivo.

Hemos permitido a las multinacionales hacerse más fuertes que las propias naciones, les hemos permitido que nos extorsionen, nos sangren y abusen de nosotros. Hemos permitido que el conglomerado de las multinacionales sea más fuerte que nuestra propia civilización. Se nos ha hecho creer que la prosperidad de las multinacionales es nuestra propia prosperidad; una vez nos demos cuenta de que eso no es así, ya estaremos de más para las grandes multinacionales.

Las multinacionales son tigres de papel. No son comunidades naturales. La naturaleza inmaterial y parasitaria de las multinacionales requiere la existencia de comunidades naturales. Las multinacionales devoran los estados nación y su energía vital. Una multinacional necesita de un estado nación y los servicios que proporciona –servicios que pretende tener gratis–. Todo lo que la multinacional hace, debilita a la sociedad en la que se asienta.

La fuerza que mueve al capitalismo global moderno es la disparidad entre el Occidente poderoso y el Tercer Mundo pobre. El capitalismo global prospera en la medida en que puede demoler las sociedades occidentales sin llegar a hacerles caer en el caos. Cuando las sociedades occidentales estén agotadas, el caos se adueñará de todo y el capitalismo global acabará.

La mayor amenaza para la Ecosfera viene del la producción industrial de Occidente que ha sido trasladada al Tercer Mundo. Las sociedades pobres y caóticas del sur no pueden ni quieren controlar como se respetan las necesidades ecológicas en las grandes industrias. Si esas industrias se hubieran quedado en Europa, se hubiera supervisado y controlado cómo dichas empresas afrontan las necesidades ecológicas. Pero sucede lo contrario. Para las multinacionales, la gran “ventaja” de los países en vías de desarrollo es su falta de legislación medioambiental o su insuficiente supervisión.

Resulta irónico comprobar cómo mientras Europa se debilita por la hemorragia de su tejido industrial hacia el tercer mundo, se acelera el colapso medioambiental global.

China.

Durante casi tres décadas hemos sido mesmerizados(1) por el crecimiento cataclísmico de la economía china. El crecimiento de China tiene obviamente implicaciones ideológicas -se nos ha mostrado como un ejemplo indiscutible de la victoria del capitalismo global y la economía liberal-. El éxito de China se ha usado para poner un ejemplo a la clase trabajadora europea y mostrarle cuán tontos, gordos, lentos e ineptos son comparados con la habilidad comercial, agilidad y dureza de los chinos.

El éxito de China se ha usado como señal del fin de la dominancia del oeste y de la victoria del capitalismo global sobre los estados nacionales y las sociedades del bienestar. China ha sido el instrumento más importante para las multinacionales para debilitar la estructura social del mundo occidental. China ha sido usada como ejemplo para mostrar a las clases medias y obreras de Europas la nueva realidad que deben aceptar. El éxito de China es resultado del racismo inverso que se ha extendido por Europa. Racismo inverso con una fuerte impronta liberal.

Pero la pregunta permanece: ¿Prevalecerá el Oriente sobre Occidente?

¡Mi respuesta es NO!

Si echamos una mirada al pasado de China nos daremos cuenta de que pese a todo el éxito actual, se encuentra en las últimas fases de lo que llamamos un «ciclo dinástico» El patrón recurrente en la historia de China ha sido la caída y auge de dinastías. Un ciclo dinástico comienza cuando el país es unido por una nueva dinastía cargada de energía tras un período de caos, guerra civil e invasiones bárbaras.

Cuando el ciclo dinástico se aproxima a su fin, los síntomas de debilidad se hacen evidentes. Estos síntomas son:

Superpoblación. Durante los períodos de paz, la población del campo tiende a crecer muy rápidamente si no hay hambrunas o epidemias que frenen el crecimiento. Esto se debe a que los campesinos necesitan grandes familias para tener suficiente mano de obra.

Creciente tensión social. A medida que crece el número de pobres, la tierra cultivable tiende a acumularse en parcelas cada vez más grandes. Históricamente, las granjas tienden a fragmentarse para acabar formando parte de latifundios mayores.

Aumento de la corrupción en los funcionarios a medida que se generaliza el soborno como medio de medrar. La influencia política permite a los funcionarios explotar a los pobres y los pequeños propietarios.

Desastres naturales en las áreas más pobladas donde la agricultura es más extensiva.

Escasez crónica de fondos por parte del gobierno debido a la corrupción de los funcionarios, excesivos proyectos de obras públicas y crecientes gastos de una corte derrochadora.

Las frecuentes protestas del pueblo indican que el sistema ha gastado su energía y está empezando a colapsarse desde dentro. Finalmente todo el país se verá sumido en una amarga guerra civil generalmente acompañada de una invasión de tribus nómadas que explotarán la situación. Cuando el emperador pierde el mandato del cielo a ojos de sus súbditos, el ciclo dinástico acaba para recomenzar tras algún tiempo.

Todos los síntomas antes mencionados pueden verse en la China actual. El partido comunista chino es sencillamente una dinastía moderna que empezó con el carismático Mao, una dinastía que no puede escapar a la lógica del ciclo dinástico.

China tiene una plaga de enorme crecimiento de población, aunque la política del hijo único funcione, la población china crecerá aún considerablemente por que los chinos vivirán más tiempo.

El enorme crecimiento industrial ha causado un estado de desastre ecológico en muchas partes de China. La mayor parte de los ríos chinos están contaminados y el nivel de aguas freáticas está bajando. La agricultura y ganadería intensivas ha convertido gran parte del norte de China en un terreno polvoriento. Combatir este inminente desastre ecológico, requeriría enormes cantidades de dinero, que China no tiene; y una voluntad política, de la que China carece, ya que la filosofía del sistema es sacar el mayor provecho en el menor tiempo posible para reducir el abismo que separa a China de occidente cuanto antes. La ventaja en cuanto a competitividad de China es que no existen leyes medioambientales. El gobierno chino y especialmente las autoridades a nivel local no quieren arriesgarse a tener paro y descontento civil si las compañías tienen que cerrar debido a razones medioambientales.

El abismo que separa el mundo rural pobre y la población urbana se ha ensanchado aún más desde que China se abrió al capitalismo. Esta polarización de la sociedad está causando un constante descontento y es una seria amenaza para la estabilidad -lo que es sabido por el gobierno chino-.

Cuanto más se convierte China en una economía de mercado, más se corrompe la burocracia china. A pesar del éxito inicial de china en desarrollar el capitalismo, un sistema dictatorial y burocrático hacen una mala combinación. El dinero ha corrompido a los burócratas chinos. Cuando China aún era un país socialista de hecho, el dinero, el status material y el avance económico no significaban nada -al contrario, eran peligrosos ya que hacían que alguien pudiera ser señalado como traidor-. Hoy que la economía de mercado se ha introducido a todos los niveles de la sociedad y enriquecerse no sólo es aceptado sino que es fomentado por el gobierno, es habitual que los cargos políticos se usen para el beneficio personal. La unión entre gobierno y negocios es completa, y la política a todos los niveles es sólo una continuación de los negocios. Dado que el sistema chino es probablemente el menos transparente del mundo, la protección que proporciona al ciudadano llega sólo hasta donde éste puede recurrir al soborno. En China el individuo está siempre a merced del sistema y de aquellos que tienen dinero para sobornar al sistema.

Esto, de forma natural, erosiona la legitimidad del sistema a ojos del pueblo. No en vano, la legitimidad del poder en China del partido comunista se basaba en el hecho de que los comunistas eran la fuerza nacional que unificaba al país y expulsaba a los intrusos extranjeros –durante décadas esto ha dado una gran cobertura al partido comunista-. En segundo lugar, el impresionante éxito de la economía desde principios de los 80 y la emergencia de China a la arena global han sido suficientes para comprar la lealtad del pueblo. El pueblo chino, es consciente además del caos que seguiría a la caída del partido comunista. En la historia de China hay un constante movimiento hacia detrás y hacia adelante entre el caos y la autoridad imperial restaurada. El mayor temor del pueblo chino es el caos por que la historia china está llena de ejemplos de cuán masivo puede ser el derramamiento de sangre cuando el sistema político colapsa.

Para los chinos incluso un mal gobierno es mejor que el caos, pero la cuestión es ¿cuánto puede empeorar un gobierno antes de perder la protección divina? Cuando intentamos adivinar el futuro de China, debemos tener en mente que dese el principio de la apertura de China al capitalismo, China ha disfrutado de al menos 30 años de crecimiento sin precedentes –de hecho, China ha sido apartada de los informes económicos serios. Sin embargo debemos tomar esto como un indicativo de que «mas dura será la caída»– cuando China finalmente experimente su primera crisis, está irá en proporción al desmesurado crecimiento que haya podido disfrutar. Cuando China soporte su primera crisis, será una prueba de fuego para el sistema.

A corto plazo, podemos decir que China es un tigre de papel. El crecimiento de China se basa en nuestra producción industrial que ha sido traspasada allí por los capitalistas, La salud económica que China acumula es la salud que el sistema liberal nos ha quitado -mientras compremos productos chinos, China prosperará-. Pero, todo esto acabará si empeora la actual crisis económica; el poder adquisitivo de las economías «post-industriales» occidentales se agotará como resultado del flujo de capital hacia China, y la economía y la sociedad china se colapsarán.

Al final, Oriente no prevalecerá sobre nosotros y lo mismo ocurrirá con el Sur -no importa cuán rápido crezcan-. Hoy, cuando los fundamentos del capitalismo se caen, también lo hacen los cimientos del mundo liberal. Finalmente las civilizaciones de la Tierra son puestas realmente a prueba y a pesar de nuestros problemas actuales seremos los vencedores.

En realidad necesitamos la crisis. La crisis nos hará más fuertes, nos hará más sabios y más decididos. La crisis una vez más nos hará entender las verdades fundamentales de la vida. La crisis es una gran oportunidad para nosotros.

La revolución europea será primero una revolución ecológica y ambiental.

Debemos combatir los peligros de la superpoblación.

Debemos detener las migraciones predatorias del Tercer Mundo a Europa. Debemos tomar acciones rápidas y decididas para controlar el crecimiento de la población y debemos estar preparados para actuar drásticamente si fuera necesario.

Debemos proteger el medioambiente de las amenazas del capitalismo global.

Debemos evitar que las multinacionales exploten el vacío legal que hay en el tercer mundo y conviertan grandes áreas de nuestro planeta en un vertedero. Debemos evitar que las multinacionales contaminen el aire y los océanos. Lo que las multinacionales hagan en el Tercer Mundo nos afecta, porque nos llegará; ya que el cambio climático y la polución no conocen fronteras.

Y debemos también asegurar a Europa su parte en el reparto de los recursos naturales del mundo ahora que se están agotando.

La revolución europea como revolución ecológica no es sólo una absoluta necesitad sino que también es una gran oportunidad para nuestra raza para avanzar un paso de gigante. Hasta ahora sólo hemos explotado los recursos y dominado a la naturaleza. Ahora debemos aprender a devolver parte de lo recibido, a aportar algo a este oasis azul que flota en el espacio. La raza europea, que por naturaleza es una raza fáustica, es el hijo pródigo de Gaia -y ya es hora de que el hijo pródigo vuelva a casa-. La raza europea será la guardiana de la Tierra. Nuestra supremacía sobre otras civilizaciones se basará en su destino manifiesto. La civilización europea que es la más avanzada de la Tierra, extenderá la revolución ecológica así como lo hizo con las revoluciones científica e industrial.

Está totalmente claro que este tipo de cambio es imposible si permitimos que los capitalistas corruptos y los liberales infantiles hagan las paces. La gran transición tecnológica en cuanto a medios de producción no se cumplirá si permitimos que las multinacionales saboteen nuestra economía explotando a la mano de obra barata con la complicidad de los gobiernos corruptos del Tercer Mundo.

Para conseguir nuestros objetivos necesitamos una estrategia global, planes centralizados y una voluntad decidida para ejecutar los planes:

- Reindustrializaremos Europa.

- Remilitarizaremos Europa.

- Revitalizaremos Europa.

- La política global, volverá a ser dictada por la voluntad europea.

Nuevas formas de producción industrial surgirán a medida que nuestra fuerza productiva es repatriada, una nueva actividad económica vigorizará Europa, un nuevo entusiasmo, optimismo y determinación moverán a las masas como la desesperación, el pesimismo y la indecisión las hunden.

Habrá trabajo para los parados, hogares para los sin techo, habrá nueva esperanza para quienes no esperaban ya nada del futuro. El honor y la dignidad de los hombres y mujeres trabajadores de Europa será restaurado y nuestra civilización será fuerte de nuevo para defender sus reivindicaciones legítimas sobre este planeta.

En los próximos años, Europa tendrá que enfrentarse a retos que eran impensables sólo hace unas décadas. Nuestra posición se ha deteriorado dramáticamente en los últimos 40 años pero nuestro afán competitivo está intacto. Cuando nos levantemos para afrontar estos retos, aprenderemos duras lecciones a cerca de las verdades fundamentales de la vida, redescubriremos nuestro potencial oculto y encontraremos de nuevo nuestra línea.

Nunca nos hemos enfrentado a un reto como civilización como el de hoy en día. Esta crisis nos fuerza a los europeos a actuar finalmente como una nación unida por primera vez en nuestra historia: sin esta crisis, no habría unidad entre nosotros. Europa ha sido retada a una lucha a vida o muerte pero esta lucha le dará a Europa la victoria total.



Kai Murros



Nota :

1. Mesmerizar es una palabra poco usual que hace referencia al médico alemán Franz Antón Mesmer, que se hizo famoso por el estudio de lo que él llamó «magnetismo animal» y que luego vino a llamarse mesmerismo. Mesmer practicaba un tipo de medicina basado en cierto tipo de sugestión que armonizaba el tránsito de la energía vital por el organismo. La palabra «mesmerizar» se utiliza con un sentido de hipnotizar, sugestionar. (N del T)

martes, 11 de mayo de 2010

POR UNA ESTRATEGIA IDENTITARIA EN EUROPA

La definición de una estrategia tal exige que sean sistemáticamente dejadas de lado las querellas personales, reacciones pasionales, amarguras, rencores, espíritu de capilla, intereses diversos (financieros, electorales, etc...). Solo debe intervenir la exigencia de claridad y de honestidad, sobre el terreno ideológico, en virtud de los militantes a los que nos dirigimos.
EVIDENCIA
Europa es víctima de una invasión de gran envergadura, por parte de poblaciones venidas sobre todo desde África del Norte y del África negra. Esta invasión tiene un objetivo evidente: La conquista y el dominio de Europa por esas poblaciones. Este proceso está ya muy avanzado actualmente. Es favorecido por los traidores y renegados que, por convicción ideológica o interés (estar a bien con los futuros amos, que tendrán necesidad de colaboracionistas a su servicio), hacen todo lo posible para preparar la esclavización de los pueblos europeos e instalan en las estructuras de poder (administraciones, ejército y policía, medios de comunicación) a miembros de las “minorías visibles” (eufemismo con que se designa púdicamente a los invasores). Seamos claros: Los invasores, que se equivocarían mucho si se molestaran, juegan su juego, aprovechándose de la cobardía de las autoridades políticas, económicas, culturales, religiosas que controlan el poder en los países europeos. Son estas autoridades, que constituyen el entramado del Sistema vigente, las prioritariamente culpables. Deberán pagar algún día por sus crímenes, siendo el único crimen imperdonable el crimen contra la sangre de los pueblos, crimen que se llama mestizaje. No obstante, la lucha contra los invasores es evidentemente imperativa puesto que no es cuestión de que nos dejemos robar nuestra tierra.
REACCIONES POPULISTAS
Contra tal fenómeno, diversas son las reacciones de defensa y resistencia europeas que se manifiestan un poco por todas partes, bajo la forma de movimientos populistas que se expresan sea a través de manifestaciones de rechazo, en ocasiones violentas, sea a través de los resultados electorales, en Italia con la Lega Nord, en Suiza con la votación contra los minaretes, en Francia con los resultados del Front National, en Flandes con los del Vlaams Belang, en Gran Bretaña con los del B.N.P., en Austria con los del F.P.Ö., en los Países Bajos con el Partido de la Libertad de Geert Wilders –en otros países europeos con movimientos similares en Escandinavia, en Europa central, en Grecia, en Cataluña–.
Evidentemente tal fenómeno es globalmente positivo, puesto que muestra que hay todavía un instinto de defensa y de supervivencia en algunos europeos. Y todo cuanto acontezca en tal sentido debe ser aprobado y apoyado. Pero al respecto hay que hacer un análisis lúcido, desapasionado, exigiendo una crítica positiva de las ambigüedades que pueden desembocar en callejones sin salida, condenando a la reacción identitaria al fracaso.
LA DERIVA OPORTUNISTA
Con la ambición, totalmente ilusoria, de hacerse aceptar en el seno del Sistema vigente, algunos juegan al compromiso (es decir al empeño) con la ideología cosmopolita que está en el poder. Tentación ilustrada por la célebre declaración de Jean-Marie Le Pen en Argenteuil, afirmando que los inmigrantes son «las ramas del árbol Francia». Declaración ésta que es la consecuencia de la influencia de Marine Le Pen, que quiere, como ella misma dice, “desdiabolizar” al F.N. con la mirada puesta en del día en que, convertida en presidenta del F.N., podrá negociar las ventajas de una adhesión al Sistema. Una perspectiva que se perfila en el horizonte, habida cuenta de los disgustos de Sarkozy, tal y como lo subraya el semanario Marianne (de 27 de Marzo de 2010), en un artículo titulado “La cuestión que mata... ¿Y si la U.M.P. estuviera condenada a aliarse con el F.N.?”. El artículo relata las inquietudes de diversos diputados de la U.M.P. tras el revés de su partido en las elecciones regionales. Pero precisa: «Un interrogante les es común a todos ellos: ¿Y si la derecha estuviera, al final, condenada a aliarse con el Front National, convertido en más “frecuentable” bajo la dirección de Marine Le Pen? La hija del presidente frentista soñaría, se oye por aquí o por allá, con una “normalización” de su clan (…) Después de años de oposición sistemática, después de haber sucedido a su padre, Marine Le Pen podría querer probar las mieles de un partido en el gobierno, tentar su suerte en el juego de la participación, aliarse con esa U.M.P. maldita, pero que podría revelarse como interesante si el partido sarkozysta abriese la puerta del “sistema” tan denostado». El secretario de Estado para el comercio Hervé Novelli admite: «Marine no es Jean-Marie, un después de Le Pen se perfila, el cual, es evidente, no será portador de los mismos discursos». El F.N. podría convertirse de golpe en “más aceptable”. Las mismas campanadas por parte del diputado por Vaucluse Thierry Mariani: «Cada vez hay más gente sobre el terreno que nos habla de alianzas». ¿Y si a estos dos les hubiera encargado su amo empezar a preparar tranquilamente el terreno?
En todo caso, Marine ha estado lanzando, desde hace ya mucho tiempo, muchas señales, que hay que saber interpretar. Cuando era abogada, entre 1992 y 1998 defendió en diversas ocasiones, ante la 23ª sala correccional del Tribunal Superior de Justicia (T.G.I.) de París, a inmigrantes clandestinos. Fue ella la que inspiró el cartel del F.N., para las elecciones presidenciales, en el que se veía a una joven mujer magrebí al lado de Jean-Marie Le Pen. Es ella la que ha multiplicado, durante estos últimos meses, las declaraciones a favor de los parados inmigrantes «que son tan franceses como los otros».
Encontramos una deriva oportunista como esa en las declaraciones de los dirigentes del Bloc Identitaire durante su convención de Orange, donde se aliaron con Bompard para intentar una operación electoral y en donde aseguraron «renunciar al nacionalismo y al antisemitismo» (lo que quiere decir, en buen francés, que practicaban nacionalismo y antisemitismo, antes de renunciar a ellos...).
Todo ello corresponde al síndrome Fini. Éste, devorado por el arrivismo carrerista, hundió al M.S.I. que le legó Giorgio Almirante, creó la inodora Alleanza Nazionale antes de adherirse puramente y simplemente al partido de Berlusconi. Ha tenido su recompensa, puesto que es actualmente el presidente de la Cámara de los diputados. Para estar bien a la altura de las circunstancias, nunca le falta una ocasión en la que escupir sobre la Italia mussoliniana (¡De la que incluso ciertos hombres de izquierda italianos reconocen que fue un período positivo para su país!).
El síndrome Fini se inscribe en el marco de una operación de gran envergadura, a escala europea, destinada a proporcionar a Israel el apoyo de gente de derecha y de extrema-derecha. Esta operación es en realidad una temible trampa para los identitarios.
LA TRAMPA
Se trata de trasladar a Europa el enfrentamiento que opone en el Oriente Próximo a Israel y los arabo-musulmanes. Puesto que en Israel se inquietan al ver el crecimiento del poderío demográfico de los arabo-musulmanes, en el Oriente Próximo pero también en Europa en la que las comunidades judías saben que pueden ser sumergidas en el caso de una guerra étnica.
Para nosotros, europeos, la lucha contra los invasores arabo-africanos es evidentemente indispensable y cuantos más refuerzos recibe tanto mejor es. Pero precisando bien que la amenaza, si bien se cubre con un velo religioso, el islam, que sirve de justificación («Alá lo quiere»), tiene primero y ante todo un carácter étnico. En claro, si un magrebí o un negro abandona el islam (el caso es poco frecuente), no deja de ser en absoluto un magrebí o un negro, que por su presencia sobre el suelo europeo amenaza a la identidad étnica europea. El problema está ahí y hay que ser bien consciente de ello: Estamos empeñados en una guerra étnica.
De otro lado la lucha, justa y necesaria, contra el invasor africano y musulmán, es utilizada por algunos para justificar la adhesión a una causa que no es la nuestra: La lucha de Israel contra los arabo-musulmanes.
Los identitarios europeos corren el riesgo de caer en una trampa, constituida por la incitación que les es hecha para implicarse en una guerra que no les concierne en absoluto, la que opone a Israel y los pueblos arabo-musulmanes. Israel y aquellos que le dan un apoyo incondicional quieren de hecho transformar a los identitarios europeos en harqueños, conscientes o inconscientes, al servicio de Israel. El argumento es simple y eficaz: En nombre de la lucha contra los musulmanes, todos aquellos que rechazan el crecimiento del poderío del islamismo deben unirse en un frente común, reagrupando a las fuerzas identitarias europeas y los partidarios de Israel. Acompañado, a modo de clave, de un chantaje clásico: ¿No queréis apoyar a Israel? Entonces, es que sois antisemitas (la acusación que mata...).
Esa ha sido la estrategia ilustrada por el rol de peces piloto jugado por escritores como Del Valle y Guillaume Faye (con su último libro, La nouvelle question juive, Les Éditions du Lore, 2007).
La misma que se manifiesta actualmente a través de la acción de un tal Patrick Brinkmann, hombre de negocios que hemos visto surgir recientemente en los círculos de la extrema derecha en Europa cuando era hasta el momento un total desconocido. Dispone de importantes medios financieros (ha prometido una donación de 5 millones de euros al partido Pro Köln-Pro NRW) que le sirven para seducir a cierta gente, de la que algunos no son más que unos ingenuos pero de la que otros actúan con perfecto conocimiento de causa.
Muchos miembros de lo que se conviene en llamar extrema-derecha europea sueñan con un diploma de honorabilidad que, creen ellos, les permitiría entrar en el juego político “normal”, es decir, para ser claro, en el Sistema vigente, con las ventajas muy concretas que ello implica. Para obtener tal diploma de honorabilidad, es necesario ser “realistas”, es decir pagar alguna prenda.
De ahí las tomas de posición, en Italia, de un Fini, presidente de la Asamblea, o de un Alemanno, alcalde de Roma, a favor de Israel; en Alemania, de un Brinkmann, declarando querer organizar una “peregrinación europea” a Israel; en los Países Bajos de un Geert Wilders denunciando al islamismo, durante un viaje a los Estados Unidos, y diciendo de Israel: «he vivido en ese país y lo he visitado docenas de veces. Apoyo a Israel. Primero porque es el territorio judío desde hace dos mil años de exilio hasta Auschwitz, segundo porque es una democracia y tercero porque Israel es nuestra primera línea de defensa».
En otros países europeos encontramos tomas de posición totalmente similares. Es el caso, en Francia de una Marine Le Pen, miembro en el Parlamento europeo, desde 2005, del grupo de estudios de las relaciones con Israel y que deseaba, pero en vano, hacer un viaje a Israel.
Insistamos un poco sobre el caso Brinkmann puesto que es particularmente revelador. Se presenta como el líder de un movimiento llamado Bürgerbewegung pro Deutschland. En sus textos (escritos de hecho por su “negro”, un tal Andreas Molau) afirma la necesidad de una “entente” entre Europa e Israel para la supervivencia de ambas. Y declara: «La cultura judía está para mí inextricablemente entrelazada con la cristiana. Quien es antisemita es pues contrario a su propia cultura». De paso, explica que en los años treinta su abuela vivió un gran amor con un judío, habiendo nacido una hija en 1937 de esa relación.
Durante una entrevista con la agencia PI, en Enero de 2010, se le pregunta a Brinkmann sobre cuál es su relación con el judaísmo. Él responde: «He visitado Israel. Estuve en el Yad Vashem, pero no como un turista, puesto que fui allí a llorar (...) Creo que el judaísmo va a la par con la cultura europea».
Durante el congreso del movimiento Pro Köln-Pro NRW, celebrado en Leverkusen el 19 de Febrero de 2010, Brinkmann declaró: «Consideramos al judaísmo como parte integrante de la Cultura occidental. Quien sea antisemita no puede ser un verdadero patriota (...) Me siento ahora muy orgulloso por participar en Alemania en la construcción de un partido de derecha moderno y serio más allá de todo extremismo y antisemitismo».
Sabido es que en Alemania, desde 1945, tan pronto como un movimiento identitario se perfila el Sistema blande de inmediato el espantapájaros nacionalsocialista. ¿Chantaje imbécil? Cierto. Pero es necesaria una gran fuerza anímica para resistirle. Incluso a pesar de que todos los estudios de opinión muestran que el antisemitismo va dejando cada vez más de estar presente en Europa (salvo entre los arabo-musulmanes, por razones ligadas al conflicto del Oriente Próximo...).
CONCLUSIONES
Nuestro rol, para nosotros, revolucionarios identitarios, es constituir un bastión ideológico inquebrantable, que sea, más allá de las vicisitudes coyunturales, el punto de anclaje, de referencia de los auténticos militantes identitarios, sinceros, desinteresados, determinados a seguir un camino de fidelidad. Militantes lúcidos y que hayan remachado a sus cuerpos una fe sin fisura alguna en nuestra lucha y en nuestra misión histórica. Obramos para el futuro.
He aquí nuestros principios de acción:
1) Los europeos no deben dejarse arrastrar hacia un enfrentamiento entre Israel y los arabo-musulmanes que no les concierne en absoluto. No es nuestra guerra, Dejemos a los hijos de Abraham despedazarse entre ellos.
2) Los éxitos electorales de las fuerzas identitarias en Europa son algo que está muy bien y hay que hacer todo lo posible para acrecentarlos pero no nos hagamos ilusiones: Será necesario todavía algún tiempo para que tengamos la capacidad de destruir al Sistema vigente.
3) Ello no impide que tal objetivo debe ser nuestra brújula. Luchamos para que un día triunfe la revolución identitaria.
4) Para ello, es necesario mantener firmemente, pase lo que pase, la fidelidad a nuestros principios, a nuestras convicciones, a nuestra fe solar. Esta fidelidad es nuestra única riqueza. Preservémosla como a un tesoro.
5) Ello pasa por la afirmación serena, sin compromiso y sin temor, de nuestra concepción del mundo:
- El mestizaje es una amenaza mortal para los pueblos europeos.
- Rechazamos y combatimos al capitalismo liberal, es decir el reino del dinero-rey y la explotación de los trabajadores.
- Afirmamos la necesidad de la justicia social, del solidarismo identitario, en el marco de una economía orgánica.
- Afirmamos la necesaria preeminencia de la soberanía política sobre las fuerzas económicas, cuya libertad debe ser enmarcada y arbitrada por el poder político.
- Afirmamos la necesidad de una Europa imperial, bloque de poder que permita frustrar la hegemonía americano-sionista.
- Afirmamos la necesidad de un mundo multipolar, en el seno del cual Europa podrá defender sus justos intereses, incluyendo el establecimiento de acuerdos con tal o cual bloque geopolítico, como la China o la India.
- La solidaridad entre la Europa del Oeste y Rusia debe ser total.
- En virtud de las realidades etnopolíticas, que afirman su fuerza por todas partes en el mundo, afirmamos la preeminencia de la LEY DE LA SANGRE. La identidad es primero y ante todo étnica. Esta realidad se afirmará cada vez con más fuerza. La revolución del Siglo XXI será identitaria.
El movimiento TERRE et PEUPLE se compromete a colaborar estrechamente con todos los camaradas europeos que manifiesten su acuerdo con este texto.


Pierre VIAL, a 5 de Abril de 2010, en algún lugar de la tierra de Europa.

miércoles, 5 de mayo de 2010

LA EUROPA BLANCA


Vayamos a lo esencial: Europa, nuestra Europa, está amenazada de muerte. Muerte biológica y espiritual porque es ilusorio creer, como algunos afirman, que un alma pueda sobrevivir sin estar encarnada en una realidad biológica. La «raza del alma» en la que se refugian algunos evolianos es un engaño, una ilusión mortal.
Es suficiente con mirar alrededor: «las parejas mixtas» y sus niños se multiplican, alentados por todos los colaboracionistas del Sistema, los celotes de la ideología cosmopolita y de la orquestación mediática. Es algo que encanta a los bobos, seguro, pero que representan muy claramente la muerte anunciada (y deseada) de Europa.
Es en relación a esta realidad que cada europeo, debe, hoy, posicionarse claramente. Sin hablar del sexo de los ángeles ni buscar tres pies al gato, especialidad de los que buscan siempre las mejores razones para no asumir sus responsabilidades o para justificar lo injustificable, es decir la traición de un pueblo al que se pertenece por nacimiento (traición de la que ciertos “intelectuales” se vanaglorian).
Es el momento, es el gran momento de denunciar sin evasiones, sin timidez, sin cobardía por los que se pretenden «buenos europeos», mientras que rehúsan a pronunciarse sobre la única realidad que cuenta, ahora, cuando se habla de Europa, a saber de su identidad racial que este término implica. Es nuestra responsabilidad histórica, nuestro deber absoluto: es necesario desafiar los tabúes y llamar a las cosas por su nombre. Es sólo así que se puede esperar a despertar o redespertar la conciencia identitaria de los europeos, sumergidos por un condicionamiento mental permanente que les incita a olvidar o a traicionar sus orígenes y a aceptar, e incluso a buscar, la muerte de su identidad biológica por el mestizaje (convertido en «tendencia» desde la llegada de Osama al poder…), consecuencia «lógica» de la implantación de poblaciones exóticas que entienden esta implantación como una conquista. Es lo que resume perfectamente Guillaume Faye en su libro ¿Por qué luchamos?: «El etnomasoquismo se asemeja a la vergüenza y el odio a sí mismo. Es una psicopatía colectiva, provocada por un largo trabajo de propaganda a favor de una pretendida culpabilidad fundamental de los pueblos europeos frente a los demás, de los que los europeos serían los “opresores”. Por esto sería necesario arrepentirse y “pagar la deuda”(…).  El hombre europeo estaría manchado por  un pecado original, una tara racial intrínseca, sería culpable de ser lo que es”. Por nuestra parte dedicamos a los que cultivan y programan esta tara, este sida mental, un pasaje del himno de los Lansquenetes: «llegará el día en el que los traidores pagarán».
Raíces raciales.
Las raíces raciales de Europa son bien conocidas. Están precisamente descritas, desde hace tiempo, en numerosos trabajos de antropólogos, bien resumidos por Henri-V. Vallois en su obra Las races humaines (PUF, 1ª edición 1944, con numerosas reediciones… pero hoy, a saber por qué, retirada del catálogo por el editor). Vallois, que fue profesor en el Museo Nacional de Historia Natural, director del Museo del Hombre y del instituto de Paleontología humanan, escribió que Europa «es fundamentalmente el dominio de la raza blanca». Retomando una clasificación establecida por otros investigadores, entre ellos Georges Montandon, define cinco razas constitutivas de la población europeos desde la prehistoria y la protohistoria: nórdica, est-europea (también llamada báltica-oriental (báltica oriental)) alpina, dinárica (también llamada adriática) y mediterránea. Este fondo racial es el constitutivo de los pueblos que han forjado la cultura y la civilización europea desde la Edad del Bronce: griegos y latinos, iberos, ligures, celtas, germanos y eslavos. Es teniendo una clara conciencia del parentesco racial de estos pueblos cómo se puede desarrollar un espíritu europeo capaz de superar las diferencias que a lo largo de la Historia, han enfrentado a unos europeos con otros. Siempre para su mayor desgracia. Y por la mayor satisfacción de nuestros enemigos. Hoy, es poniendo por encima el estrecho parentesco de los diversos componentes de la Europa blanca como se puede llegar a hacer un frente común contras los invasores llegados de otros continentes.
El plomo ideológico que pesa en la Europa de hoy sobre el pensamiento y su expresión hace que evocar la identidad racial de Europa se haya convertido en una tarea de alto riesgo. Queda lejos el tiempo en el que el gran historiador de la Galia, Camile Jullian escribiera tranquilamente, en su prefacio al libro de Dottin Les Ancines peuples de L`Europe (1916): «La cuestión de la raza, de la forma en la que lleguemos a resolverla, es la cuestión más importante de la historia de los pueblos». De ahí la cuestión crucial del mestizaje, abordada sin ambigüedades por Eugène Pittard, que fue profesor de antropología en la Universidad de Ginebra y director del museo de Etnografía en la misma ciudad. En su obra Les races et la histoire (1953), escribió; «allí donde se produce la amalgama entre dos razas muy diferentes, puede comenzar un verdadero peligro para la Eugenesia (…) Se puede creer que la influencia de la sangre de los blancos sería la salvación social para ciertas razas consideradas como inferiores: pero mirémoslo desde otro punto de vista; por el contrario,  a lo largo de la Historia, la introducción de sangre extranjera penetrando en la nuestra, imponiendo sus cualidades propias, neutralizando las nuestras, o desviándolas? (…) Estos problemas de la mezcla de razas interesan al máximo tanto para el pasado como para el avenir de la Humanidad». Medio siglo después de su redacción, estas líneas conciernen evidentemente de forma muy clara a la situación de Europa.
Es un fenómeno nuevo,  en el desarrollo de la Historia, como lo ha remarcado Dominique Venner: «Por primera vez en su multimilenaria historia, los pueblos europeos, no prevalecen en su propio espacio, ni espiritualmente, ni políticamente, ni étnicamente» (Histoire et traditions des Europèens, 30000 ans d´identité). En efecto la identidad racial de Europa nunca ha sido puesta en cuestión de forma tan clara ni siquiera en los peores momentos de las invasiones llegadas de otros continentes. Estos incluso han sido momentos de toma de conciencia de desafío racial (mientras que la identidad es vivida inconscientemente, como algo asumido sin haber sido formulado, cuando no está amenazada).
Consciencia racial
En la antigua Grecia, fue la amenaza de las armas persas, verdadero mosaico étnico llegado de Oriente(1), la que llevó a las ciudades helénicas a firmar el deber de solidaridad racial frente al imperialismo venido de Asia, negador de los valores constitutivos de la concepción del mundo de los griegos. El desafío fue luminosamente descrito por François Chamoux (La civilisation grecque, 1983), cuando evoca las motivaciones de los combatiente de Maratón: «Ante un Asia de la que conocían perfectamente el poder, la riquezas y la grandeza, basadas en la sumisión de masas humanas a los caprichos de un monarca absoluto, defendieron por las armas la ideas jurídica de una ciudad compuesta por hombres libres. Cuando en la fresca luz de una mañana de verano, los soldados de Miltíades, con el escudo redondo en un brazo y blandiendo su larga lanza, avanzaron paso marcial contra los persas, cuya masa sombría se oponía a la  luz luminosa de las olas del mar; no combatían sólo por ellos mismos, sino también por una concepción del mundo que será más tarde la común a  Occidente».
Herodoto (Historia), reporta una ilustración elocuente de la elección hecha por los griegos cuando explica cómo los atenienses, por lo tanto opuestos a los espartanos por una vieja y tenaz rivalidad, juran obedecer a los viejos cargos, y no traicionar a Esparta frente a los persas, explicando así su determinación: «La raza griega es de la misma sangre, habla la misma lengua, comparten los mismos templos y los mismos sacrificios: nuestras costumbres son parecidas. Traicionar esto sería un crimen para los atenienses». Para Platón (La República) es una evidencia: «Los pueblos griegos se diferencian de los bárbaros por la raza y por la sangre». En cuanto a Aristóteles (Política) también es categórico: «Es factor de sedición la falta de comunidad étnicas…Porque del mismo modo que una ciudad no se forma por una masa de gente tomada al azar, del mismo modo que no se forma en no importa qué espacio de tiempo. Es por esto por lo que entre los que, hasta el presente, han aceptado a extranjeros para fundar una ciudad con ellos o les han agregado a la ciudad, han conocido sediciones».
En época helenística, los griegos de Alejandría se acordaron del mensaje practicando una estricta endogamia étnica, que rechazaba todo matrimonio mixto
En Roma, la amenaza mortal representada por los cartagineses, semitas que habían construido una potencia comercial en el Mediterráneo según el modelo de sus congéneres fenicios, fue entendida como un choque de civilizaciones,  porque era «la lucha de un pueblo esencialmente marítimo y comerciante y un pueblo esencialmente de tierra, guerrero y campesino» (Fernand Braudel). De ahí el famoso requerimiento lanzado sin descanso por Catón el Viejo a sus compatriotas: Delenda est Carthago (Cartago deber ser destruida). En cuanto a Tácito, él también estaba convencido del peso del factor racial, aplicándolo a los germanos de los que hizo la siguiente descripción (Germania): «por mi parte, estoy de cuerdo con la opinión de los que piensan que los pueblos de Germania, al no haber estado nunca ensuciados por otras uniones con otras tribus, constituyen una nación particular, pura de toda mezcla y que no se asemeje más que a ella misma».
Cuando Roma olvida la ley de la sangre, fue el comienzo del fin. Entonces un cierto Saulo de Tarso (el futuro san Pablo) nacido de «una familia judía de sangre, pura y de estricta observancia» (Marie-Françoise Beslez, Saint-Paul, 1991) podía jactarse de ser ciudadano romano, porque su familia había pagado el precio para ello. La ciudadanía romana no tenía definitivamente más que un significado identitario, desde que en su edicto de 212, el emperador Caracalla, de origen púnico-siriaco, decreta lo que sería algo propio de todos los habitantes del imperio. Su primo, que reinó en el Imperio bajo el nombre de Heliogábalo, bailaba vestido con ropa fenicia púrpura y lleno de joyas, ante una gran piedra negra supuestamente caída del cielo, divinidad de la que él era el gran sacerdote….
En un Imperio romano agonizante, la consciencia racial de los europeos provocó una reacción de autodefensa, cuando, frente a los hunos de Atila, venidos de Asia, galo-romanos de Aecio y germanos (visigodos, francos, burgundios) detuvieron a los invasores en la batalla -en Champaña- de los Campos Cataláunicos (451). Símbolo y anuncio de una síntesis entre la herencia romana y la nueva sangre germánica que, junto al aporte de la tradición celta, dio nacimiento a la Europa de la Edad Media.
Una Europa amenazada por la voluntad de conquista del Islam
Frente a esta amenaza se afirma una conciencia identitaria.  Como ejemplo, el autor anónimo, cristiano de Córdoba que vivía bajo el yugo islámico, quien anotó en el 732 que en algún lugar de la Galia los ejércitos de la yihad, habían sido vencidos por los europenses (los europeos), de un jefe franco llamado, Carlos Martel. No es necesario explicar que lo que él explica es un choque de civilizaciones… En cierto modo, se puede estar tentado de hacer una gran salto cronológico recordando una declaración demasiado poco conocida de Benjamin Disraëli (1804-1881), primer ministro de la reina Victoria desde 1874: «La raza lo es todo; no existe ninguna otra verdad y cada raza debe castigar a quien abandone su sangre a las mezclas».
En la Europa de la Edad Media y después en el Renacimiento, los hombres traducen, conscientemente o no, en la estética religiosa la fidelidad a sus orígenes: innumerables representaciones de la Virgen y el niño se presenta a la veneración de las masas los rasgos de una madre rubia llevando en sus brazos a un bebé rubio. Desde  época romana hasta el Renacimiento, numerosos artistas utilizan el mismo canon estético para representar a Venus, Flora, o las tres Gracias. Se puede verificar, entre otras, en las pinturas de Filippo Lippi, Masaccio, Fra Angelico, Benozzo Gozzoli, Lorenzo di Credi, Piero de la Francesca, Giovanni Bellini, Sandro Botticelli, Antonello da Massina, Raphael y Tiziano. Éstos por Italia. Pero encontramos el mismo criterio de representación entre los artistas flamencos (Jan van Eyck, Robert Crampin, Rogier van der Weyden), el alemán Martin Schongauer, el español  Lluis Dalmau, y los franceses Barthélemy,  d´Eyck, Enguerrand, Quarton, Jean Fouquet, el Maestro de Rohan. Es una ilustración, entre otras muchas, de un sincretismo religioso que ha llevado al cristianismo a integrar, para su mayor éxito, el imaginario llegado desde una larga memoria colectiva, en la que la religiosidad tenía forzosamente una connotación étnica.
Frente común.
Hay una clave para comprender la formidable movilización de masas que fueron las Cruzadas. Frente al viejo enemigo musulmán, que jamás ha renunciado realmente a conquistar Europa, los europeos han elegido llevar las armas a la otra orilla del mar. ¿Para reconquistar Jerusalén? Ciertamente. Pero fue un símbolo que permitió reagrupar bajo un mismo estandarte a las fuerzas vivas de Europa.
Es este símbolo (que volvemos a encontrar cuando se trata de salvar a Viena de los turcos en 1529 y en 1683 también, contra el mismo enemigo, en la batalla de Lepanto), es lo que se necesita recuperar y blandir hoy en Europa. Porque nuestra Europa, es la del frente común de los europeos ansiosos de defender su identidad contra los invasores llegados de otros continentes. Y para este combate, elemental de supervivencia es necesario tener la inteligencia de poner codo a codo, a los que van a misa con los que no. Porque, al fin y al cabo, los invasores no harán diferencias entre unos y otros, todos serán considerados como infieles a los que someter o abatir, a mayor gloria de Alá («el misericordioso», claro está).
Es por esto por lo que he tendido y continuaré tendiendo la mano tanto a los católicos de tradición como a los ortodoxos,  en nombre de la fraternidad blanca en la que creo y que debe unir, trascendiendo todas las divisiones secundarias (y respetables) que no deben hacer olvidar lo esencial. Y lo esencial, para que existan fuerzas de resistencia y reconquista, es que los europeos concientes de su identidad tengan hijos, muchos hijos. Porque el desafío demográfico es vital para el futuro de nuestros pueblos. Lo saben bien los invasores que, como dicen sin complejos, confían en el vientre redondo de sus numerosas mujeres para asegurarse la victoria, la gran revancha sobre esos odiados blancos, es  necesario, después de haber roto su fertilidad, someternos a la servidumbre. O suprimirnos.
Europa, Occidente, racialismo.
Demasiados europeos confunden aún Europa y Occidente. Nuestra Europa es la antítesis de Occidente. Esta fractura total, esencial (en el sentido etimológico de la palabra) está ilustrada por el modelo americano, como ha demostrado perfectamente el número de Nouvelle Ecole consagrado a «América» (nº27-28, 1975).
Es necesario recordar la excelente definición de Occidente que da Guillaume Faye (op. cit): «Civilización planetaria, hijo pródigo y bastardo de Europa, dominada hoy por el modelo americano, que tiene como objetivo universalizar la primacía absoluta de la sociedad de mercado y el igualitarismo individualista, cuya consecuencia es hacer olvidar a los europeos su propio destino (…). La civilización occidental no reconoce ningún valor étnico sino que se confunde con un proyecto de civilización cosmopolita, basada sobre el modelo americano (…). La civilización occidental, convertida en realidad en civilización mundial en la medida en que no tiene anclajes territoriales estrictamente situados “al oeste”, se caracteriza por la primacía absoluta de la economía sobre toda otra consideración, esta economía (ya sea “vieja” o “nueva”) busca la rentabilidad especulativa y rentabilidad a corto término, sin ninguna preocupación seria por consideraciones ecológicas, étnicas o sociales». De ahí «el establecimiento de un salvajismo social en todos sitios».
Estas líneas, escritas en 2001, toman una resonancia especial hoy, cuando la crisis financiera y económica no termina de terminar, con su procesión de destrucciones socioeconómicas, de las que quizás sólo hayamos visto un anticipo. Gracias Occidente. Un Occidente encarnado por ese personaje emblemático que es el crápula Madoff. Pero que el árbol no impida ver el bosque…. Detrás de Madoff  hay todo un sistema. Es por esto que nuestra Europa, para existir, deberá emanciparse de ese Sistema y adoptar un modelo de organización socioeconómica basado en una economía orgánica y un solidarismo identitario. Estamos trabajando intensamente en la elaboración de un proyecto de sociedad, totalmente alternativo.
Un proyecto que tendrá una base racialista. El racialismo afirma que la identidad de los pueblos se basa de forma prioritaria -aunque no exclusiva- en la pertenencia racial y en que el reconocimiento de esta realidad debe permitir a cada pueblo su derecho a la identidad. Esto nos lleva al respeto a la diversidad de los pueblos, el respeto al derecho a la diferencia, la riqueza de la humanidad, ahora amenazada de esterilización por la reducción a un modelo único. El racialismo recusa por lo tanto, en nombre de la especificidad de cada pueblo, toda jerarquización de los pueblos porque una jerarquización implica forzosamente un solo criterio de evaluación, independientemente de las poblaciones que sean evaluadas.
Es por esto, la mejor protección contra el racismo. Mientras que una sociedad multirracial es forzosamente, inevitablemente, multirracista, en razón de una imposible cohabitación en un mismo territorio de comunidades demasiado diferentes unas de otras. La aplicación de un principio identitario «una tierra, un pueblo», permite establecer relaciones de respeto mutuo entre los pueblo y, por qué no, de cooperación, tomando en cuenta los intereses de todas las partes.
En un mundo multipolar, nuestra Europa será una promesa de equilibrio, de seguridad, de libertad y de paz.

Pierre Vial.

Nota:
1. En Leyes, Platón escribe: «Las regiones que dominan actualmente los persas viven en una dispersión  lamentable, a fuerza de desplazamientos y de mezclas». Es la forma de decir que el gigantismo del Imperio persa ha llevado a sus soberanos a aglutinar, para lograr masas de población, entorno a un núcleo persa de origen indo-europeo un magma de poblaciones heterogéneas.