lunes, 17 de mayo de 2010

LOS FUTUROS RETOS DE EUROPA

Las mayores amenazas para la estabilidad social y económica de Europa e incluso para su supervivencia física en el futuro son la explosión demográfica en los países subdesarrollados, la crisis ecológica global, la escasez de recursos naturales y la globalización de la economía. La supervivencia de nuestra civilización depende de nuestra habilidad para resolver estos problemas -debemos estar preparados para tomar medidas decisivas para proteger a Europa de los peligros de un mundo que se desmorona-. Sería un error ver estos problemas globales como asuntos separados, ya que siempre están en interconexión. Estos problemas son, después de todo, diferentes aspectos del mismo problema primordial. Un error aún mayor sería creer que alguien a excepción de nosotros tenga los medios intelectuales, culturales y materiales para enfrentarse a estos problemas.

El principal problema al que se enfrenta nuestro planeta es la extensión de los efectos de la revolución científico-industrial de Occidente a las sociedades no europeas. El mundo se ha desequilibrado debido a que prácticamente todas las sociedades humanas del planeta están siendo asoladas por los violentos cambios de la modernización. La revolución científico-industrial, que se originó en Europa y catapultó a nuestra civilización a su cenit, se ha abierto camino hasta el último rincón del planeta de modo que no ha quedado ninguna cultura tradicional libre de sus efectos.

La actual explosión demográfica, tiene hondas raíces que se remontan al menos al siglo XVIII en Europa.

La población de Europa ha ido creciendo constantemente desde el azote de la peste negra del siglo XIV. Por varias razones, hubo una fuerte caída de la mortalidad en el siglo XVIII que fue seguida por un masivo crecimiento de la población (la tasa de crecimiento de población europea de entonces era equivalente a la del tercer mundo actual).

Una población creciente era nuestra arma demográfica, que combinada con la revolución científica e industrial nos dieron los medios para conquistar el mundo.

Hoy, tras un largo período de transición demográfica, nuestro crecimiento de población se ha detenido y pronto estará en declive. Históricamente hemos pasado de una fase de alta fertilidad + alta mortandad, a una de alta fertilidad + baja mortandad, y finalmente a una de baja fertilidad + baja mortandad que está envejeciendo la población.

Al mismo tiempo, los resultados de la revolución científica e industrial se han extendido al Tercer Mundo, dando como resultado una fase de alta fertilidad + baja mortandad con la consiguiente explosión demográfica.

La cuestión vital para nuestro Planeta es cuánto tiempo durará la transición de la fase de alta fertilidad + baja mortandad, a una fase de baja fertilidad + baja mortandad. Si esta transición demográfica cuesta 200 años como en Europa, el planeta está condenado; si cuesta 100 años, también. De hecho tenemos que encontrar la forma de cambiar esta tendencia en los próximos 50 años; lo que desgraciadamente parece ser imposible.

El mayor obstáculo parece ser el hecho de que esta transición demográfica requiere la creación de una sociedad industrial para aumentar la producción material y subir radicalmente el nivel de vida. Esto es exactamente lo que sucedió en Europa entre 1770 y 1970; y hoy parece imposible que una transición similar se dé en el Tercer Mundo sin un incremento masivo de los medios materiales de vida.

El problema, sin embargo, es si esto es posible, ya que se calcula que requeriría 4.6 veces los recursos totales del Planeta. Podemos decir que en breve plazo, para salvar a nuestro Planeta habría que crear una sociedad de consumo a nivel global; lo cual es imposible mientras crezcan la pobreza y el atraso.

Debemos también tener en mente que la industrialización no absorbió las siempre crecientes masas de pobreza rural de Europa. En la encrucijada histórica en la que la población de Europa alcanzó su máximo apogeo, ésta tuvo la bendita oportunidad de colonizar nuevas tierras: las Américas, Australia, Nueva Zelanda, Siberia, y grandes partes del África central y del sur, absorbieron la presión demográfica de millones de europeos cuando la industrialización no era suficiente para proporcionarles a todos trabajo e ingresos.

Hoy, cien o doscientos años después, encontramos estas mismas migraciones con la salvedad de que el mundo ahora está repleto. Ya no quedan continentes que colonizar ni zonas vírgenes que ocupar. El Tercer Mundo, pobre, presiona sobre sociedades ya densamente pobladas y con un crecimiento económico lento que reduce a las crecientes masas de trabajadores poco cualificados a subclases hostiles.

Nuestra conclusión debe ser que hay demasiada gente en el planeta. La población humana no es cualitativamente diferente de otras poblaciones de animales sociales. La inteligencia humana nos ha dado la posibilidad de romper las barreras ambientales y crecer exponencialmente al menos hasta ahora.

La expansión demográfica, que antes fue nuestra fuerza, se ha vuelto nuestra debilidad. Hoy estamos en peligro de ser desbordados por poblaciones más expansivas. Como en la naturaleza, estas poblaciones seguirán creciendo mientras puedan mandar a sus excedentes a colonizar otros territorios. Las masas del Tercer Mundo crecerán hasta llegar a sobrepasar el límite que su hábitat pueda soportar, tras lo que colapsarán el planeta. Mientras Europa, Australia, Estados Unidos y Canadá permiten el flujo de inmigrantes del Tercer Mundo, el crecimiento seguirá imparable.

La explosión demográfica del Tercer Mundo será el último empuje del crecimiento de la humanidad más allá de los límites que la tierra puede soportar, un proceso que se inició en Europa en el siglo XVIII.

Absorbiendo el exceso de población del Tercer Mundo, facilitamos su crecimiento y aceleramos el desastre ecológico global. Está claro que pretender aumentar el consumo per cápita con el crecimiento de la población, es una estrategia que fracasará debido a que los recursos naturales son limitados y dichos recursos se acaban.

Algunos optimistas piensan que sería posible desarrollar economías que corrijan nuestros errores y pueda elevar el estándar de vida de los más pobres mediante tecnologías menos contaminantes y que consuman menos recursos. Estos optimistas ponen su fe en tecnologías que evitarían la fase 1 para saltar directamente a la fase 2.

Esto es sólo una fantasía dada la enormidad del problema: La ingente cantidad de pobres cuyo nivel de vida habría que elevar y en poco tiempo disponible para ello. En las próximas décadas se estima que 1.200 millones de personas entren en el mercado de trabajo y sólo 300 millones encuentren un empleo si las cosas siguen como hasta ahora.

Por otra parte, nadie sabe exactamente cómo será esa nueva tecnología ecológica. Podemos asumir que la nueva tecnología es siempre más cara que la tecnología anterior. Entonces si las economías en vías de desarrollo quieren repetir la revolución industrial de Occidente y mejorar su nivel de vida, deberán recurrir a una tecnología menos sofisticada que dañe más el medio ambiente y consuma más recursos.

Hasta ahora no hemos alcanzado la fase 2. Es difícil pensar que la industrialización del tercer mundo vaya a ser más ecológica y suave de lo que lo fue la de Occidente.

Es muy poco probable, que en un futuro próximo, la ciencia vaya a hacer avances que mejoren la optimización de los recursos naturales –al menos en cantidades que puedan satisfacer las crecientes necesidades a tiempo–. Dado que las necesidades crecen y los recursos naturales decrecen, el resultado inmediato es que las sociedades del Tercer Mundo están bajo una creciente tensión.

El colapso político.

Muchos países del Tercer Mundo están en peligro de colapsar bajo el tremendo peso de una creciente población. Muchos países africanos hace tiempo que dejaron de funcionar como estados y se han visto reducidos a meros conceptos políticos teóricos. La explosión demográfica causa una tensión masiva en la estructura social intensificando el conflicto entre ricos y pobres y, en caso de que haya crecimiento económico, la creciente población tiene tendencia a privar a las sociedades de sus resultados debido a que la población crece más rápido que la economía.

A mediad que la tensión social y económica crece, emergen nuevos extremismos políticos y religiosos -el ascenso del islamismo radical puede verse como un intento de hacer frente a la frustración social del mundo islámico-. Las grandes mega ciudades se pueden ver como incubadoras de violencia a gran escala.

La explosión de población global y la escasez de recursos naturales, crean no sólo amenazas internas para las sociedades pobres sino también externas. Las guerras del futuro las provocarán las necesidades básicas para la vida: agua, tierra y puede que incluso aire limpio. Estas guerras del futuro serán guerras ecológicas, y decidirán la muerte o supervivencia de millones de personas. Las guerras del futuro significarán la introducción de factores ecológicos en las políticas globales y geo-estratégicas.


Las sociedades del Tercer Mundo podrían caer en el caos ya que puede resultar imposible gobernar poblaciones tan masivas. El problema de los refugiados que nos encontramos hoy en día es sólo un aperitivo de lo que viene en el futuro. El número de refugiados crecerá de forma exponencial, grandes masas del Sur pobre que se moverán desesperadamente en busca de una vida mejor, intentando sobrevivir. Más y más gente se desplazará por razones medioambientales y será cada vez más difícil distinguir los refugiados políticos de los medioambientales debido a la interacción de las crisis social política y ecológica.

Globalización.

Gran parte de la actividad industrial en las economías emergentes es resultado de el traslado de la base industrial de Occidente a países con laborales menos exigentes y sin leyes medioambientales. Durante décadas los economistas nos han explicado que esta erosión de la base industrial de Europa no sólo nos beneficiaría a nosotros sino también al resto del mundo. Hoy queda bastante claro que no es así.

El traslado del tejido industrial europeo nos trae dos problemas:

Incremento del desempleo.

Pérdida de ingresos por impuestos.

La pérdida masiva de puestos de trabajo industriales durante las últimas décadas no se ha visto compensado por un incremento razonable de trabajo en el sector servicios -como decía la teoría económica liberal-. Lo que ha ocurrido ha sido más bien lo contrario, la afluencia de trabajadores poco cualificados provenientes del Tercer Mundo, ha copado el sector servicios con trabajo cuasi-esclavo con salarios por debajo del mínimo y condiciones laborales inaceptables. El resultado es que muchos europeos han caído en la pobreza perpetua.

La salida del tejido industrial ha condenado a grandes áreas de Europa a convertirse en tierras yermas y a sus habitantes a convertirse en una subclase errante abocada a una vida de penuria y pobreza. Esta plaga post-industrial se extiende a medida que la teoría liberal global convierte a la mayor parte de los étnicamente europeos en sobrantes e inútiles.

Si escogemos aceptar esta falacia post-industrial estamos cometiendo un suicidio lento. El poder y la salud de la civilización occidental vinieron de la producción industrial. Si deliberadamente entregamos nuestra base industrial, fragmentamos las bases de nuestra civilización. Los realities televisivos y los trabajos basura no sostendrán nuestro poderío global, nuestra fuerza y nuestro orgullo étnico. Debemos tener el coraje intelectual de cuestionar el paradigma prevaleciente en las economías modernas que sostiene que desmantelar el tejido industrial europeo nos beneficia no sólo a nosotros sino al resto del mundo.

La salida del tejido industrial sobre todo hacia China y la India significa también que los beneficios de las compañías transnacionales no pueden ser gravados. Esta erosión del sistema fiscal de los países occidentales los convierte en incapaces de garantizar los servicios mínimos a sus ciudadanos y mantener la infraestructura. La única salida que queda es obtener más créditos.

Permitiendo que las grandes multinacionales muevan la producción industrial y el capital libremente, aceptamos su dominio sobre nosotros. Aceptamos que esas compañías operen al margen de nuestras leyes y saquen el máximo beneficio utilizando mano de obra barata no europea y nuestro poder adquisitivo.

Hemos permitido a las multinacionales hacerse más fuertes que las propias naciones, les hemos permitido que nos extorsionen, nos sangren y abusen de nosotros. Hemos permitido que el conglomerado de las multinacionales sea más fuerte que nuestra propia civilización. Se nos ha hecho creer que la prosperidad de las multinacionales es nuestra propia prosperidad; una vez nos demos cuenta de que eso no es así, ya estaremos de más para las grandes multinacionales.

Las multinacionales son tigres de papel. No son comunidades naturales. La naturaleza inmaterial y parasitaria de las multinacionales requiere la existencia de comunidades naturales. Las multinacionales devoran los estados nación y su energía vital. Una multinacional necesita de un estado nación y los servicios que proporciona –servicios que pretende tener gratis–. Todo lo que la multinacional hace, debilita a la sociedad en la que se asienta.

La fuerza que mueve al capitalismo global moderno es la disparidad entre el Occidente poderoso y el Tercer Mundo pobre. El capitalismo global prospera en la medida en que puede demoler las sociedades occidentales sin llegar a hacerles caer en el caos. Cuando las sociedades occidentales estén agotadas, el caos se adueñará de todo y el capitalismo global acabará.

La mayor amenaza para la Ecosfera viene del la producción industrial de Occidente que ha sido trasladada al Tercer Mundo. Las sociedades pobres y caóticas del sur no pueden ni quieren controlar como se respetan las necesidades ecológicas en las grandes industrias. Si esas industrias se hubieran quedado en Europa, se hubiera supervisado y controlado cómo dichas empresas afrontan las necesidades ecológicas. Pero sucede lo contrario. Para las multinacionales, la gran “ventaja” de los países en vías de desarrollo es su falta de legislación medioambiental o su insuficiente supervisión.

Resulta irónico comprobar cómo mientras Europa se debilita por la hemorragia de su tejido industrial hacia el tercer mundo, se acelera el colapso medioambiental global.

China.

Durante casi tres décadas hemos sido mesmerizados(1) por el crecimiento cataclísmico de la economía china. El crecimiento de China tiene obviamente implicaciones ideológicas -se nos ha mostrado como un ejemplo indiscutible de la victoria del capitalismo global y la economía liberal-. El éxito de China se ha usado para poner un ejemplo a la clase trabajadora europea y mostrarle cuán tontos, gordos, lentos e ineptos son comparados con la habilidad comercial, agilidad y dureza de los chinos.

El éxito de China se ha usado como señal del fin de la dominancia del oeste y de la victoria del capitalismo global sobre los estados nacionales y las sociedades del bienestar. China ha sido el instrumento más importante para las multinacionales para debilitar la estructura social del mundo occidental. China ha sido usada como ejemplo para mostrar a las clases medias y obreras de Europas la nueva realidad que deben aceptar. El éxito de China es resultado del racismo inverso que se ha extendido por Europa. Racismo inverso con una fuerte impronta liberal.

Pero la pregunta permanece: ¿Prevalecerá el Oriente sobre Occidente?

¡Mi respuesta es NO!

Si echamos una mirada al pasado de China nos daremos cuenta de que pese a todo el éxito actual, se encuentra en las últimas fases de lo que llamamos un «ciclo dinástico» El patrón recurrente en la historia de China ha sido la caída y auge de dinastías. Un ciclo dinástico comienza cuando el país es unido por una nueva dinastía cargada de energía tras un período de caos, guerra civil e invasiones bárbaras.

Cuando el ciclo dinástico se aproxima a su fin, los síntomas de debilidad se hacen evidentes. Estos síntomas son:

Superpoblación. Durante los períodos de paz, la población del campo tiende a crecer muy rápidamente si no hay hambrunas o epidemias que frenen el crecimiento. Esto se debe a que los campesinos necesitan grandes familias para tener suficiente mano de obra.

Creciente tensión social. A medida que crece el número de pobres, la tierra cultivable tiende a acumularse en parcelas cada vez más grandes. Históricamente, las granjas tienden a fragmentarse para acabar formando parte de latifundios mayores.

Aumento de la corrupción en los funcionarios a medida que se generaliza el soborno como medio de medrar. La influencia política permite a los funcionarios explotar a los pobres y los pequeños propietarios.

Desastres naturales en las áreas más pobladas donde la agricultura es más extensiva.

Escasez crónica de fondos por parte del gobierno debido a la corrupción de los funcionarios, excesivos proyectos de obras públicas y crecientes gastos de una corte derrochadora.

Las frecuentes protestas del pueblo indican que el sistema ha gastado su energía y está empezando a colapsarse desde dentro. Finalmente todo el país se verá sumido en una amarga guerra civil generalmente acompañada de una invasión de tribus nómadas que explotarán la situación. Cuando el emperador pierde el mandato del cielo a ojos de sus súbditos, el ciclo dinástico acaba para recomenzar tras algún tiempo.

Todos los síntomas antes mencionados pueden verse en la China actual. El partido comunista chino es sencillamente una dinastía moderna que empezó con el carismático Mao, una dinastía que no puede escapar a la lógica del ciclo dinástico.

China tiene una plaga de enorme crecimiento de población, aunque la política del hijo único funcione, la población china crecerá aún considerablemente por que los chinos vivirán más tiempo.

El enorme crecimiento industrial ha causado un estado de desastre ecológico en muchas partes de China. La mayor parte de los ríos chinos están contaminados y el nivel de aguas freáticas está bajando. La agricultura y ganadería intensivas ha convertido gran parte del norte de China en un terreno polvoriento. Combatir este inminente desastre ecológico, requeriría enormes cantidades de dinero, que China no tiene; y una voluntad política, de la que China carece, ya que la filosofía del sistema es sacar el mayor provecho en el menor tiempo posible para reducir el abismo que separa a China de occidente cuanto antes. La ventaja en cuanto a competitividad de China es que no existen leyes medioambientales. El gobierno chino y especialmente las autoridades a nivel local no quieren arriesgarse a tener paro y descontento civil si las compañías tienen que cerrar debido a razones medioambientales.

El abismo que separa el mundo rural pobre y la población urbana se ha ensanchado aún más desde que China se abrió al capitalismo. Esta polarización de la sociedad está causando un constante descontento y es una seria amenaza para la estabilidad -lo que es sabido por el gobierno chino-.

Cuanto más se convierte China en una economía de mercado, más se corrompe la burocracia china. A pesar del éxito inicial de china en desarrollar el capitalismo, un sistema dictatorial y burocrático hacen una mala combinación. El dinero ha corrompido a los burócratas chinos. Cuando China aún era un país socialista de hecho, el dinero, el status material y el avance económico no significaban nada -al contrario, eran peligrosos ya que hacían que alguien pudiera ser señalado como traidor-. Hoy que la economía de mercado se ha introducido a todos los niveles de la sociedad y enriquecerse no sólo es aceptado sino que es fomentado por el gobierno, es habitual que los cargos políticos se usen para el beneficio personal. La unión entre gobierno y negocios es completa, y la política a todos los niveles es sólo una continuación de los negocios. Dado que el sistema chino es probablemente el menos transparente del mundo, la protección que proporciona al ciudadano llega sólo hasta donde éste puede recurrir al soborno. En China el individuo está siempre a merced del sistema y de aquellos que tienen dinero para sobornar al sistema.

Esto, de forma natural, erosiona la legitimidad del sistema a ojos del pueblo. No en vano, la legitimidad del poder en China del partido comunista se basaba en el hecho de que los comunistas eran la fuerza nacional que unificaba al país y expulsaba a los intrusos extranjeros –durante décadas esto ha dado una gran cobertura al partido comunista-. En segundo lugar, el impresionante éxito de la economía desde principios de los 80 y la emergencia de China a la arena global han sido suficientes para comprar la lealtad del pueblo. El pueblo chino, es consciente además del caos que seguiría a la caída del partido comunista. En la historia de China hay un constante movimiento hacia detrás y hacia adelante entre el caos y la autoridad imperial restaurada. El mayor temor del pueblo chino es el caos por que la historia china está llena de ejemplos de cuán masivo puede ser el derramamiento de sangre cuando el sistema político colapsa.

Para los chinos incluso un mal gobierno es mejor que el caos, pero la cuestión es ¿cuánto puede empeorar un gobierno antes de perder la protección divina? Cuando intentamos adivinar el futuro de China, debemos tener en mente que dese el principio de la apertura de China al capitalismo, China ha disfrutado de al menos 30 años de crecimiento sin precedentes –de hecho, China ha sido apartada de los informes económicos serios. Sin embargo debemos tomar esto como un indicativo de que «mas dura será la caída»– cuando China finalmente experimente su primera crisis, está irá en proporción al desmesurado crecimiento que haya podido disfrutar. Cuando China soporte su primera crisis, será una prueba de fuego para el sistema.

A corto plazo, podemos decir que China es un tigre de papel. El crecimiento de China se basa en nuestra producción industrial que ha sido traspasada allí por los capitalistas, La salud económica que China acumula es la salud que el sistema liberal nos ha quitado -mientras compremos productos chinos, China prosperará-. Pero, todo esto acabará si empeora la actual crisis económica; el poder adquisitivo de las economías «post-industriales» occidentales se agotará como resultado del flujo de capital hacia China, y la economía y la sociedad china se colapsarán.

Al final, Oriente no prevalecerá sobre nosotros y lo mismo ocurrirá con el Sur -no importa cuán rápido crezcan-. Hoy, cuando los fundamentos del capitalismo se caen, también lo hacen los cimientos del mundo liberal. Finalmente las civilizaciones de la Tierra son puestas realmente a prueba y a pesar de nuestros problemas actuales seremos los vencedores.

En realidad necesitamos la crisis. La crisis nos hará más fuertes, nos hará más sabios y más decididos. La crisis una vez más nos hará entender las verdades fundamentales de la vida. La crisis es una gran oportunidad para nosotros.

La revolución europea será primero una revolución ecológica y ambiental.

Debemos combatir los peligros de la superpoblación.

Debemos detener las migraciones predatorias del Tercer Mundo a Europa. Debemos tomar acciones rápidas y decididas para controlar el crecimiento de la población y debemos estar preparados para actuar drásticamente si fuera necesario.

Debemos proteger el medioambiente de las amenazas del capitalismo global.

Debemos evitar que las multinacionales exploten el vacío legal que hay en el tercer mundo y conviertan grandes áreas de nuestro planeta en un vertedero. Debemos evitar que las multinacionales contaminen el aire y los océanos. Lo que las multinacionales hagan en el Tercer Mundo nos afecta, porque nos llegará; ya que el cambio climático y la polución no conocen fronteras.

Y debemos también asegurar a Europa su parte en el reparto de los recursos naturales del mundo ahora que se están agotando.

La revolución europea como revolución ecológica no es sólo una absoluta necesitad sino que también es una gran oportunidad para nuestra raza para avanzar un paso de gigante. Hasta ahora sólo hemos explotado los recursos y dominado a la naturaleza. Ahora debemos aprender a devolver parte de lo recibido, a aportar algo a este oasis azul que flota en el espacio. La raza europea, que por naturaleza es una raza fáustica, es el hijo pródigo de Gaia -y ya es hora de que el hijo pródigo vuelva a casa-. La raza europea será la guardiana de la Tierra. Nuestra supremacía sobre otras civilizaciones se basará en su destino manifiesto. La civilización europea que es la más avanzada de la Tierra, extenderá la revolución ecológica así como lo hizo con las revoluciones científica e industrial.

Está totalmente claro que este tipo de cambio es imposible si permitimos que los capitalistas corruptos y los liberales infantiles hagan las paces. La gran transición tecnológica en cuanto a medios de producción no se cumplirá si permitimos que las multinacionales saboteen nuestra economía explotando a la mano de obra barata con la complicidad de los gobiernos corruptos del Tercer Mundo.

Para conseguir nuestros objetivos necesitamos una estrategia global, planes centralizados y una voluntad decidida para ejecutar los planes:

- Reindustrializaremos Europa.

- Remilitarizaremos Europa.

- Revitalizaremos Europa.

- La política global, volverá a ser dictada por la voluntad europea.

Nuevas formas de producción industrial surgirán a medida que nuestra fuerza productiva es repatriada, una nueva actividad económica vigorizará Europa, un nuevo entusiasmo, optimismo y determinación moverán a las masas como la desesperación, el pesimismo y la indecisión las hunden.

Habrá trabajo para los parados, hogares para los sin techo, habrá nueva esperanza para quienes no esperaban ya nada del futuro. El honor y la dignidad de los hombres y mujeres trabajadores de Europa será restaurado y nuestra civilización será fuerte de nuevo para defender sus reivindicaciones legítimas sobre este planeta.

En los próximos años, Europa tendrá que enfrentarse a retos que eran impensables sólo hace unas décadas. Nuestra posición se ha deteriorado dramáticamente en los últimos 40 años pero nuestro afán competitivo está intacto. Cuando nos levantemos para afrontar estos retos, aprenderemos duras lecciones a cerca de las verdades fundamentales de la vida, redescubriremos nuestro potencial oculto y encontraremos de nuevo nuestra línea.

Nunca nos hemos enfrentado a un reto como civilización como el de hoy en día. Esta crisis nos fuerza a los europeos a actuar finalmente como una nación unida por primera vez en nuestra historia: sin esta crisis, no habría unidad entre nosotros. Europa ha sido retada a una lucha a vida o muerte pero esta lucha le dará a Europa la victoria total.



Kai Murros



Nota :

1. Mesmerizar es una palabra poco usual que hace referencia al médico alemán Franz Antón Mesmer, que se hizo famoso por el estudio de lo que él llamó «magnetismo animal» y que luego vino a llamarse mesmerismo. Mesmer practicaba un tipo de medicina basado en cierto tipo de sugestión que armonizaba el tránsito de la energía vital por el organismo. La palabra «mesmerizar» se utiliza con un sentido de hipnotizar, sugestionar. (N del T)