domingo, 8 de enero de 2012

TRADICIONES DE NUESTRAS TIERRAS: LA FIESTA DE LA VIJANERA



La Vijanera es una mascarada de invierno que se desarrolla en la localidad de Silió (Molledo), Cantabria,   el primer domingo de cada año.
Los primeros textos que recogen en nuestra literatura regional indicios de la "Vijanera" se deben a H. Alcalde del Río, quien en 1906 la menciona en su estudio sobre Las pinturas y grabados de las cavernas. En 1911, Menéndez Pelayo, se hace eco del testimonio de Alcalde del Río y la relaciona con las "Kalendae" de enero, en su Historia de los heterodoxos españoles. En 1928, García Lomas y Jesús Cancio la describen con cierta amplitud y profusión de datos, en su libro Del Solar y de la Raza.
La "Vijanera", "Vijenera", "Vejenera" o "Viejanera", que de cualquiera de estas formas, indistintamente, puede denominarse, es una mascarada de invierno, una mojiganga carnavalesca en la que participan única y exclusivamente varones. Su fecha de celebración se elige dentro de un tiempo de fiesta, que abarca desde la Noche Vieja hasta el domingo siguiente a la Epifanía, si bien es frecuente realizarla el día de Año Nuevo o el primer domingo de enero. En Cantabria eran numerosas y variadas las "Vijaneras" que antaño solían celebrarse, siendo sus territorios más distintivos la localidad de Cieza, los valles de Anievas, Iguña y Toranzo, aunque encontramos algunas referencias de la misma en Campoo y Cabuérniga; lo que parece indicar que en tiempos remotos esta fiesta debió de estar más generalizada por diversas comarcas de Cantabria. En la actualidad, solamente se celebra en el pueblo de Silió, gracias a la inestimable y paciente labor de algunos miembros del colectivo Bígaro, que han tenido el acierto de restaurarla en el año de 1980.
García Lomas cataloga a la "Vijanera" como una especie de carnaval que se celebra a fin de año, que él relaciona con los atávicos pastores danzantes celtas de quienes habla Estrabón y Appiano, y con los guerreros cubiertos de pieles animales que aparecen en la estela gigante de Zurita.
La "Vijanera" constituye una fiesta popular de un valor excepcional porque, además de tener una gran calidad plástica, refleja en su estructura y acción festivas un rico entramado de símbolos y elementos de profunda significación, que la convierten en un paradigma de las concepciones cosmológicas del hombre, sus relaciones con la naturaleza, la muerte y el conjunto de valores sociales de que participa.
A la hora de efectuar una aproximación analítica a esta mascarada de invierno, hay que tomar en consideración los distintos planos simbólicos y funcionales que en ella se entrelazan, aunando aspectos mágicos y sociales.
En cuanto a los sujetos que toman parte activa en la organización y desarrollo del festejo agrario, destacaremos su condición de varones. Antiguamente mozos y en la actualidad, dada la escasez de los mismos, participan indistintamente solteros y casados, aunque existen noticias literarias de que antaño se realizaban "Vijaneras" de niños, quintos y viejos.
Diversos estudiosos de las religiones, creían ver en este tipo de ceremonias meras manifestaciones mágico-animistas, relacionadas estrictamente con cultos de carácter vegetativo encaminados a la regeneración de la Naturaleza. Investigaciones más recientes han venido a demostrar que estas fiestas carnavalescas de invierno entrañan un mayor grado de complejidad, que abarca aspectos plurales a través de los cuales las comunidades manifiestan su religiosidad, estructura social y cosmovisión del ciclo vital.
Ritos de paso.

En esta parte de la lectura de la "Vijanera" es donde radica la columna vertebral del festejo y la dualidad de sus significados.
La "Vijanera" encarna el paso, la transición de un año a otro. Regula el cambio de fechas primordiales y de la actividad económica rural. La vieja parturienta, en su preñez grotesca, alumbra un niño o un gato (lo que realza su rango esperpéntico); aparecen dos vidas en un solo cuerpo y una clara oposición entre la fisonomía socialmente desde la vejez y el aspecto embrionario de la vida nueva. Esta misma simbología se repite en la "pepa", donde el mascaron que representa a la vieja (lo viejo), es zarandeado por un mozo que lo cabalga (lo nuevo). Lo mismo sucede con los dos viejos de Toranzo, que llevan en sus brazos un muñeco-niño de trapo (viejo-muerte; niño-vida). Si tomamos en consideración la existencia de antiguos "zarramacos" que llevaban dos caretas, una delante (lo que está por venir) y otra detrás (lo que se va), vemos, una vez más, el antagonismo anteriormente mencionado. Por otra parte, los ejemplos citados se encuentran inscritos en un conjunto de rituales más amplios, que podemos rastrear a través del papel que cumplen las dos secciones fundamentales de la "Vijanera": "los negros" y "los blancos".
La regeneración periódica del tiempo.
Las culturas tradicionales practican una serie de actos rituales específicos, encaminados a la renovación simbólica del Mundo. Dichas regeneraciones periódicas del tiempo, implican la abolición simbólica del año, mediante mecanismos expulsivos de todos los males, espirituales o materiales, que atentan contra la estabilidad de la Naturaleza o de la sociedad. Tal es el caso de las coplas satíricas de la "Vijanera", que persiguen la desprivatización y publicación de los sucesos más escandalosos o importantes ocurridos en la comunidad a lo largo del año.
Con la ruptura o anulación del tiempo pasado, se inaugura una nueva era y se posibilita el retorno de los muertos a la vida, lo que nos plantea nuevas facetas de estos festivales de invierno, como son las interdependencias existentes entre los festejos de Año Nuevo y el culto a los muertos.