Cinco
mil euros mensuales como mínimo. Esta ha sido la última perla de la casta
política parasitaria de nuestro país. Los señores y señoras diputados y
diputadas han decidido mantener su exiguo sueldo, arguyendo en ocasiones que no
sabrían que hacer si se los redujesen. Cumpliendo su principal misión, esto es,
aprovecharse del “servicio público” que dicen prestar en pro de intereses particulares;
han decidido seguir con unos insultantes sueldos mientras siguen recortando en
todos los ámbitos que les afecten a todos, menos a ellos mismos y a sus dueños
los banqueros. Haciendo honor a su nombre, los parásitos viven a costa de los
demás y creen que la clase productiva está para sufragarles a base de abusivos
impuestos e irrisorios sueldos.
Hasta
ahora ningún tipo de reacción contundente por parte de los sometidos, de los
que con todo su esfuerzo se empeñan en mantener a chupópteros como mandatarios.
Pero el ser humano es así y no parece tener remedio, solo responde al azote, a
la patada en los hocicos; no sabe sino vagar por un mundo donde le dicen lo que
pensar, comprar y creer, aherrojándose a lo que esa clase chupóptera y sus
lacayos periodistas dicten. Los sometidos hacen lo que les dicen y callan.
El
hombre actual se ha convencido de que la dicha era incurrir en el materialismo
exacerbado para así evadirse de una realidad que no le gusta pero que cree
irreversible. Esa es la sociedad que el ser humano ha creído conveniente para
nuestro tiempo, sin valores y sin lealtades hacia nada más que a sí mismo y a
los objetos que le poseen; y así vemos como la modernidad contempla la
decadencia de lo que antes llamábamos Occidente y ahora es el gran mercado
global donde todo se puede vender y comprar.
Pero
la historia no acaba ahí, más bien de ahí parte, porque de esta concepción
vital procede el resto de los males; los occidentales han decidido vivir sin
sentido a la par que se formulan preguntas que antes sí sabían responderse. El
hombre occidental no sabe de dónde viene y mucho menos a dónde va, porque la
“sociedad” ya se ha encargado de arrastrarle a un mundo basado en el consumo y
en la falta absoluta de ideas, de voluntad y de valores; que son los que
convierten al Hombre en algo más que en un servicial consumidor, en un esclavo
de la “democracia” y de su sistema de mercado.
Ahora
que vienen malas, el occidental quiere echar la vista atrás para ver si su
pasado le ofrece alguna solución, a ver si son capaces de escuchar alguna
respuesta proveniente del Occidente verdadero que les aclare algo su negro
futuro. Y es que el hombre de ahora sólo lloriquea cuando le tocan el bolsillo
y cuando ello pierde cree haber perdido todo, pues en eso han hecho que se
basen sus vidas. Nos han dicho que hay que consumir productos inservibles, que
hay que seguir a las verdades que dicen poseer los periodistas y aguantar la
ponzoña televisiva que entretiene a una población cada día más dócil e inerte.
En eso nos hemos convertido, en esclavos de un sistema que nos dice por activa
y por pasiva que es la quintaesencia de los sistemas, la cura de todos los
males.
El
pueblo occidental, comprado por el tentador caramelo del dinero que obtiene,
que no es sino el remanente del verdadero patrimonio que ostentan los banqueros
internacionales y amos del mundo, ha aceptado el sistema como se lo han dicho
hasta creer que es libre sin llegar serlo. La realidad lo impone: nos han
convertido en una población de borregos imbuida por el miedo que los dueños
mundiales transmiten mediante sus propios medios de propaganda: qué sistema
puede haber mejor que el nuestro, nos dicen sin que encuentren réplica.
Ahora
toca quejarse, quejarse de qué y ante quién. ¿Acaso no sois vosotros los que
votáis a quiénes os mandan? Vosotros, y nadie más, habéis firmado vuestra
sentencia de muerte, la muerte más sonada de la historia de la humanidad, la
desaparición de Occidente. Todas las conquistas sociales, terrenas y
espirituales son sustituidas por lo que los parásitos han querido implantar:
macro-ciudades, arte degenerado, hedonismo, pasividad y un materialismo
exacerbado; de modo que se cieguen las mentes y que agonicen a modo de cabezas
sin cerebro y de cuerpos sin espíritu; y con ello la muerte, la derrota total
en un merecido final.
Occidente
entero ahora llora y espera, sin que tenga claro a qué espera, pues sus
arrebatadas creencias no les sirven para encontrar soluciones. Su desidia les
impide ver que ellos mismos son los responsables de su presente y de su futuro.
Prefieren estar apoltronados en sus sillones, esperando a que un parásito
parlamentario al servicio de los gobernantes mundiales sustituya a otro y venga
con la Caja de Pandora a descubrir el jardín de las soluciones y de libertades
reales de las personas. Muy al contrario, la realidad y nuestra historia
reciente nos dictan que la única improbable pero posible solución tan sólo
puede encontrarse en la retrospectiva que cada uno haga de sus vidas, en la
voluntad, en la acción...
Mucho
hay que cambiar, eso sí, si se pretende que el verdadero yugo que oprime al
mundo deje de hacerlo. Cómo, pues, parar los pies de la clase política y sus
dueños, cómo combatir al materialismo si estamos incluso faltos de lo que más
apreciamos: la materia, los objetos, las cosas... La ceguera generalizada llega
hasta tal punto de auto castigo que no se comprende que por muchos bienes
materiales que se tengan nunca se podrán superar los que ostentan los dueños
del mundo y que, de hecho, sólo existe una fuerza superior capaz de derrotarle:
una voluntad propia de existencia.
Así
se nos presenta una situación irreversible, donde exclusivamente existen
soluciones radicales a problemas extremos: revolución total o derrota del
Hombre Occidental. No queda alternativa. Los
dueños de la “macro-democracia” mercantilista han ido desgarrando lo que
representaban las Naciones y los Estados para ir sustituyéndolos por el
mundialismo, todo bien agitado en medios de desinformación a su servicio, para
que así el cóctel globalizador resulte tentador y plausible para todas esas
mentes imbuidas en la nada, en la falta de creatividad, de iniciativa, de
independencia y verdadera libertad.
Aun
así, el discurso oficial ya cansa, la poca soberanía que les queda a los
pueblos vuelve a querer ser efectiva, quiere tumbar a su yugo desconociendo la
tremenda dificultad que ello conlleva por todo el terreno que le han cedido
durante tanto tiempo.
Las
vagas esperanzas de levantamiento son los coletazos de un triste final, ya que
así parece que el de Occidente se acerca. Como Roma, ahora el moderno Occidente
contempla el fin de su era, provocado sólo y exclusivamente por la estrechez de
miras de sus cada vez menos representantes. Su deslealtad ha provocado
migraciones masivas, desempleo, destrucción de su ecología, su riqueza
nacional, su moneda, instituciones, soberanía e independencia real. Las
soberanías nacionales han sido trasplantadas por las concesiones de la
población a aquellos mismos que les oprimen; a la Banca y a sus “mercados”.
Y
ahí no queda todo, porque los dueños del mundo tienen preparadas sorpresas
varias para los borregos sociales, para aquéllos que se han dejado subyugar sin
atisbo de levantamiento. Se sucederán guerras, las crisis se multiplicarán y
acentuarán para que así dar paso definitivo a un monopolio de poder mundial absoluto
e inédito.
Que nadie crea que esos poderosos
utilizarán su poder para conceder más derechos y libertades como nos llevan
prometiendo décadas de falsa democracia. Los derechos individuales y sociales
se perderán con mayor vertiginosidad que nunca, haciendo cada día más imposible
derrotar a un muro inexpugnable.
Veremos lo que pasa, tan sólo
espero que lo poco que queda de Occidente sepa dar al menos sus últimos
coletazos dignamente y que, si por su inigualable peso histórico logra
salvarse; lo haga, pero no sin cambiar lo actual, no sin rebelarse ante lo que
nos imponen. No queda lejos el día en que las presiones contra la poblaciones y
las Naciones estalle en un mar de llanto y que los propios europeos vuelvan a
combatir entre ellos y contra ellos, para que los poderosos mundiales apaguen
la última llama de esperanza que queda. Ya no queda una fuente occidental
alternativa, porque a Roma la sustituyó Germanía al imperio español el
británico, pero ahora la globalización ya se ha encargado de que el verdadero
occidente no tenga voz en el mundo.
Desoladora historia, pero realidad pura, así
quiero terminar diciendo que no les miréis, no atendáis a sus actuaciones, no
carguéis las culpas a otros sino miraos a vosotros, pues requeriréis de poco
tiempo para saber que sois los únicos responsables de vuestra propia
destrucción.
JMML. para Tierra y Pueblo.