martes, 28 de diciembre de 2010

EL RAGNAROK: EL FINAL DE UN MUNDO EN EL MITO ESCANDINAVO


El Ragnarok, o el crepúsculo de los dioses, es uno de los mitos escandinavos englobados en las Eddas, texto sagrado de los antiguos pueblos del Norte, y transcritos en prosa en el año 1200 por Snorri Sturluson.

Nuestra intención, cuando afrontamos el estudio, aunque si de forma sintetizada, de un mito es de desvelar las enseñanzas y de esta manera volver a despertar en nosotros esa fuerza guerrera y genial que se puede brevemente identificar con el Furor del combatiente.

El furor no es otra cosa que una forma superior de conciencia, intuitiva chispa que enciende el alma haciéndola viajar en las dimensiones de lo eterno. Precisamente en la misma línea de este intento evocativo y simbólico examinaremos uno de los mitos más conocidos de la historia occidental: el crepúsculo de los dioses.

Para quien ignore el tema haremos un breve resumen. El malvado Loki hermano de sangre de Odín, el padre de los dioses, provocando la muerte de Balder, también hermano de Odín y dios de la Luz y de la Paz, lo destierra en los infiernos de Hel. Paralelamente a este evento dos terribles bestias- que nos recuerdan mucho aquellas del Apocalipsis – el lobo Fenris y la serpiente de Midgard – tenidas desde tiempo ilimitado encerradas y bajo el control se dirigen amenazadoras hacia Asgard, la bellísima morada de los dioses. Es la total destrucción, Odín llama para la última formación de los dioses que apoyados por el poderoso Thor van a buscar y encontrar la hermosa muerte en batalla. Al final de esta descomunal lucha, donde los astros pierden su órbita y toda la tierra se destruye, el luminoso Balder resurge desde los infiernos y toma el poder en el nuevo mundo, ahora renacido y pacificado. Hasta aquí el mito nórdico no es muy diferente de una simple fábula fantástica para niños, pero si nos detenemos un momento sobre algunos elementos simbólicos nos damos cuenta que podemos encontrar enseñanzas muy profundas.

Tomando en consideración el periodo que nos aproximamos a vivir, la Navidad y por lo tanto el Solsticio de invierno, debemos encuadrar el mito en una dimensión más interior. Loki de echo representa la parte oscura de todo hombre, una parte tenebrosa y “mediterránea” como diría Evola, la cual nos lleva ha asumir comportamientos ambiguos, falsos, viles. Loki no es bien aceptado por los dioses, hasta que Odín, después de ganar el favor de este, lo reconoce como hermano, estipulando con el un pacto de sangre. Esta “hermandad bastarda” con la parte oscura de un sí mismo es análogo a la acción de aquellos que habiendo determinados puntos de referencia en lo Sagrado, cede, escuchando la mezquindad que existe dentro de uno mismo, haciendo pactos con la vileza de la propia alma, tomando incluso posiciones a favor de argumentos de los cuales antes era contrariamente intransigente.

Todo esto sucede también en un nivel “macro” en la sociedad, la cual en un principio tolera para después sucumbir ante las peticiones de los pequeños grupos organizados, expresión de la peor forma de desviación en los términos de nuestra visión del mundo.

Odín no puede hacer nada contra las fechorías de Loki, porque lo ha reconocido como hermano de sangre o de esta manera tiene que tolerarlo, y es precisamente esta ausencia de rigor y virilidad lo lleva hasta tener en su contra otros dioses, su juicio deviene ofuscado de su parte sentimental y emotiva. Algunas veces ante un deber o un compromiso con nosotros mismos retrocedemos, sabiendo que una respuesta mediocre es la muerte del espíritu. Loki mata Balder, o mejor dicho, lo hace desaparecer, lo encierra en los infiernos. Balder es la parte luminosa de Odín y por reflejo de todo hombre, la cual posteriormente a una posición de rigidez sobre nosotros mismos, se pierde, se adormece, se hace esclava de lo que Guenon llamaba “solidificación” del mundo y del alma, una perdida del impulso hacia las cosas nobles.

Pero precisamente cuando todo parecía perdido, sin embargo, Odín hace una llamada para la batalla, convoca todas sus últimas fuerzas del alma superior y vuelve a despertar adormecidos instintos contra el avance de Loki y sus bestias – soberbia y orgullo (lobo y serpiente) y también destrucción y devenir, ferocidad y vileza. Sólo esta guerra devastadora, al límite de la destrucción total, vuelve a traer la paz en el mundo de los dioses y el renacimiento de Balder – muy similar a Jesucristo, sea tanto en su resurrección que en los rasgos exteriores que definen su figura. La muerte de Odín y la sucesiva resurrección de Balder no son otra cosa que la muerte del hombre viejo y el nacimiento del hombre nuevo, la más alta ambición que guerrero puede aspirar, la luz que guía sus acciones y estimula la continua y cotidiana postura ante si mismo.

En este periodo es un deber hacer revivir dentro de uno mismo la gran batalla, un personal Ragnarok, a través del cual hacer una llamada a la concentración de las propias fuerzas residuas, con mas o menos corporeidad sobre la base del trabajo de siembra realizado en los meses de otoño, y lanzarse con los ojos cerrados hacia la conquista del cielo.

Articulo cedido para su publicación por la Asociación Cultural Furor. http://tradizionalmente. it/
Traducido por Tierra y Pueblo.