miércoles, 11 de mayo de 2011

LA LUCHA POR LO ESENCIAL


¿Qué es esa impotencia que paraliza a nuestros pueblos y que los cobardes llaman “tolerancia”? ¿Qué es esa renuncia que pudre la voluntad y que los traidores denominan “prudencia”? ¿Qué es esa resignación que quiebra el valor y que los pusilánimes loan como “sensatez”? ¿Qué es esa mentira que no cesa de presentar todo lo que es falso como arquetipo de lo bueno, persiguiendo y reprimiendo a la vez todo aquello que es verdad? ¿Qué sacrílego dios ha roto el pacto de amistad entre el hombre y la naturaleza? ¿Qué sentido debe darse a los valores existenciales que no se miden por las acciones del espíritu o del carácter sino que se pesan en las balanzas del mundo de los mercaderes? ¿De qué pantanos del espíritu se alza ese constante renegar de sí mismo, esa autocensura de la propia identidad, del  Yo originario, esa concepción patológica de asumir la propia particularidad y la propia originalidad sólo a través del  remedo del Otro? Todo un cúmulo de problemas se cierne sobre el yermo de la espiritualidad contemporánea allanada, domesticada. Una maraña de cuestiones que la historia ha entrelazado en un nudo gordiano que pareciera  imposible desatar. Nosotros estamos decididos  a desenredarlo, como lo habría  querido la leyenda y como el propio presente exige. Es necesario destruir las raíces de una epidemia que amenaza a la totalidad del planeta y que se llama “Civilización Occidental”. Es penoso pero resulta vano negarlo. La época actual, teñida con todos los síntomas de una decadencia que no encuentra barreras, es un tiempo despreciable. Bajo sus estructuras, que se descomponen a la luz del sol como un cadáver, la disolución social, política y cultural está sacando a la luz poco a poco la porosa osamenta de una civilización igualitaria condenada a muerte, haciendo patente así la absoluta desgracia que se abate sobre Europa y que puede abocarla al naufragio. En este estado de cosas, se comprende por qué en el mundo del arte lo deforme, lo débil o lo abiertamente patológico ha ido sustituyendo paulatinamente a lo bello, lo fuerte  y lo armonioso, por qué en la escena política de nuestros parlamentos se paga a actores incapaces y sin escrúpulos para que día a día traicionen al pueblo que los ha elegido con ingenuidad y buena fe, por qué las redacciones de los mass media rebosan de profesionales de la tergiversación  que dejarían de entender el mundo si un día tuvieran que dejar de envenenar palabras, sonidos e imágenes con sus mentiras, por qué en la era de la fisión nuclear, la cibernética y la genética, dogmas oscurantistas pugnan por uniformizar cada vez más la diversidad humana, contrayendo paulatinamente la multiplicidad de los valores, de manera que paso a paso el mundo se precipita en la desesperante monotonía de la uniformidad, de la mediocridad, de la repetición de lo Igual y del aburrimiento absoluto.
Resumiendo: Porqué lo económico, lo materialista y lo mecanicista determinan cada vez en mayor medida la concepción del mundo dominante  en detrimento de lo político, lo espiritual y  lo orgánico.
Pierre Krebs. “La lucha por lo esencial”